domingo, 3 de octubre de 2010

ICE CAPITULO 15




SEGUNDA PARTE DE LA HISTORIA

Al Este del Sol y el Oeste de la Luna

Capitulo 15

Latitud 91 ° 00 '00 "N
Longitud indeterminada
Altura de 15 pies

CASSIE despertó con frío. Temblando en las sábanas de seda, se masajeó el bulto en la parte del cráneo. Por varios segundos, se preguntó porqué había dormido sobre las sábanas, porqué tenía frío, y porqué le dolía la cabeza. Luego oyó el goteo.

Se inclinó y recogió la linterna del piso, a continuación alumbró el poste de la cama. El poste tenía el brillo de agua fresca. Las gotas bajaban en espiral. El dosel chorreaba como si estuviera llorando. No puede derretirse. No mientras yo esté aquí.

Oso se había ido.

La cama se estaba derritiendo.

"Oh, no", dijo.
Cassie saltó fuera de la cama y sus pies descalzos tocaron el suelo. El frío se disparó por sus piernas, y se aferró al poste. Era una estalactita mojada. Retrajo la mano de golpe. ¡Frío! Corrió a su mochila y arrojó su camisón. Flojo en el suelo, la seda se empapó en agua de deshielo. Cassie abultó franelas y lanas. Podría haber despertado con hipotermia. Podría haber despertado con una hipotermia y una conmoción cerebral. Podría no haber despertado en absoluto, pensó.

Oyó un chasquido repentino como un tiro de fusil— el chasquido de hielo resquebrajado. Sonaba como si viniera de una pared, pensó. Y entonces oyó el sonido como de mil ventanas rompiéndose.


¡Oh, Dios, no era sólo el cuarto lo que se estaba derritiendo. Era el castillo. El castillo se estaba derritiendo. Tenía que salir de aquí—fuera de la habitación, fuera del castillo, adentrarse en el Ártico.


Adentrarse en el Ártico, pero. . . no tenía opción, se dijo. Tenía que marcharse ahora. El corazón le latía más rápido, se puso su equipo completo: parka, mukluks, polainas. Había guardado la mochila preparada, para sus viajes con Oso, por lo que le tomó sólo unos preciosos segundos levantar la mochila en su espalda— pero con cada segundo, el sonido de los disparos de hielo se acrecentaban. Asegurando la mochila, se apresuró hacia la sala.


En la sala, era peor. Las grietas se agolpaban en las paredes de hielo. El agua de deshielo corría en ríos. ¡Corre, corre, corre! le gritó su mente. Cassie se deslizó por el pasillo, y el haz de la linterna recorrió las paredes y techo goteantes. Agarrando la baranda mojada, esquivó las escaleras en cascada. Los retumbos sacudían el suelo. Por favor, no dejes que colapse, pensó. Entre el techo y las agujas, miles de libras de hielo estaban por encima de ella. Recobrando el equilibrio en la parte inferior de la escalera, corrió a través de la sala de banquetes.


Las arañas tintineaban mientras toda la sala de banquetes se estremecía. Los fragmentos caían y se estrellaban en una pulgada de agua. Una escultura caribú se derrumbó. Trozos de hielo se esparcían por la sala de banquetes. Cassie se cubrió la cara. Una lámpara de araña cayó desde el techo. Cuando la lámpara se estrelló, los fragmentos volaron como una metralleta.


Cassie corrió a través del agua. ¡Más rápido, más rápido! La mochila le golpeó la espalda. Las pinturas se descascaraban de las paredes, y las estatuas caían de las alcobas. Esquivó los trozos de hielo que caían.


Los apuntalamientos se sacudían.
Los pilares se derrumbaban. Arriba, el techo abovedado se fracturaba. Penachos de hielo llenaban el aire con una neblina espesa. Corrió hacia la puerta de cristal entramado mientras el piso se levantaba. Se arrastró a través de las grietas.


La astillada entrada hacía llover dagas de hielo. Cubriéndose la cabeza, Cassie se zambulló a través. Los picos de hielo golpearon sus brazos y nuca. Gritando, salió corriendo hacia el otro lado. La mochila le golpeó el cóccix.

Afuera, el jardín ornamental se derretía. Los rostros corrían en charcos. Las extremidades caían. Socavadas por el agua fluyendo, las esculturas colapsaban. Cassie corrió hacia el muro exterior. La mitad de éste se había desmoronado.

Era como si un gigante estuviera desgarrando el castillo. Con agrietamientos ensordecedores como si un iceberg se estuviera separando, las agujas se separaban de las paredes y se estrellaban contra el suelo. Cassie cayó hacia adelante cuando el suelo se zarandeó. Mantente en movimiento, pensó. ¡Debes mantenerte en movimiento! Chapoteó en el agua de deshielo, y luego, gateó para ponerse de pie mientras, como Jericó (NT: una ciudad en ruinas), las paredes se derrumbaron.

Se arrastró sobre los restos azules del muro exterior. Detrás de ella, oyó un torrente, como una represa en libertad. ¡Corre! Una cascada gigantesca caía desde las barricadas. Ahogó el jardín ornamental.

La nieve se transformó en ciclón, y el hielo llovió a cántaros en su rostro y brazos. Cassie tropezó mientras el suelo temblaba. Una vez más, fue derribada. Los trozos de hielo cayeron sobre ella como una lluvia de meteoritos. De rodillas, se arrastró. Inhaló nieve, y las lágrimas brotaron de sus ojos mientras el hielo se lanzaba sobre ella.


Y de pronto, todo quedó quieto.


Acurrucada en el suelo, Cassie jadeó. Sus músculos estaban tan tensos como puños. Oyó agua corriendo. Hielo tintineante. Trató de abrir los ojos y no pudo. Las lágrimas habían congelado sus párpados cerrados.


Maldita sea, ¡tenía que ver! ¿Qué había sucedido? El castillo, su casa. . . ¿Estaba ella todavía demasiado cerca? No podía correr si no podía ver en qué dirección ir.


Se arrancó los guantes y se escupió los dedos. Se frotó la saliva caliente en los párpados. Se le rompieron las pestañas. Las manos se le pusieron rígidas por el frío. Se rascó hasta que pudo abrir los ojos. Parpadeó furiosamente y empujó de nuevo las manos congeladas dentro de los guantes y manoplas.


Estaba rodeada de blanco. La nieve estaba en el aire, y era imposible distinguir la tierra del cielo. El mundo carecía de color. Era como si hubiera caído en un tazón de leche.

Asegurando sus gafas, se puso de pie y miró la luminosa nieve. ¿Dónde estaba el castillo? ¿Se había derrumbado? ¿Y los jardines? Poco a poco, el aire diluyó la asfixiante nieve.


Y vinieron los osos polares.


Uno a uno, los blancos osos salieron como fantasmas de la nieve. Parecían ir a la deriva a través del borroso aire. A corta distancia—demasiado cerca—uno pasó rozándola. Se puso rígida, queriendo gritar, sin atreverse a gritar. Los osos estaban todos a su alrededor, emergiendo de la blancura. Estaba rodeada, envuelta.


A medida que la nieve se asentó, vio cientos viniendo de todas las direcciones. Pronto, pudo ver los jardines, ahora un páramo de picos de hielo. Olfateando la nieve, los osos polares vagaron por los escombros, pisoteando los restos. Cassie tragó saliva con un nudo en la garganta. Todas las bellas esculturas de Oso. . . Y entonces vio lo que quedaba de su hogar.


El castillo ya no estaba. Los contrafuertes eran rocas de hielo, las paredes eran icebergs. Comenzó a temblar. Podría haber sido aplastada. Si se hubiera despertado unos minutos más tarde. . . si hubiera corrido un poco más lento. . . Podría haber sido asesinada. Mientras estos muros están de pie, nada aquí te hará daño, le había dicho Oso una vez. Los muros ya no estaban de pie. Su hogar estaba destruído.


Y Oso se había ido.

Ella lo había perdido. Ella realmente había perdido a Oso.


Cassie sintió cuchillos de hielo retorciéndole las tripas. Su marido se había ido, su casa estaba destruida, se encontraba a 1300 millas al norte de la estación, y estaba rodeada por osos polares.


Llegaron m
ás osos. A su alrededor, el hielo estaba lleno de ellos. Cassie estaba apretada entre decenas—hasta el cuello de osos. El pelaje se presionaba contra ella, y el hedor de sus alientos a focas muertas le hacía doler la cabeza. En todas las direcciones, lo único que podía ver era la curva de sus espaldas como olas en un mar de color blanco crema. Se estaba ahogando en un mar de osos polares.


Rodeada por depredadores, sintió que le faltaba el aire. Los osos no se reunían de este modo. No era natural. Corre, le gritaron sus instintos. “mantén la calma,” se susurró a si misma.

A centímetros de ella, un oso polar volvió la cabeza hacia su cara. Escarbó su parka con el hocico. Ella olió su aliento mientras él olfateaba su mascarilla facial. “No me comas," dijo ella. Se le quebró la voz.


Ante el sonido de su voz, otros osos se volvieron para mirarla.


Le subieron escalofríos por la columna vertebral.

Cassie oyó un resoplido de oso. Más osos volvieron la cabeza, y luego más. Cientos de negros ojos en blanco, se detuvieron en ella. No te muevas. Simplemente no te muevas, pensó. Se le puso la piel de gallina, y sus pies comenzaron a moverse a pesar de ella. Todos los osos ahora la estaban observando. Oía el crujido de sus mukluks y la respiración de miles de osos. No corras, pensó, pero sus pies se retiraban más y más rápido. Los osos se apartaron como el Mar Rojo. Ella retrocedió a través de ellos, fuera de la prensa de osos y sobre el hielo abierto, y luego dio la vuelta y se echó a correr. Su mochila le golpeaba la espalda. El viento le golpeaba la cara. Inclinándose contra el viento, corrió a través de las olas congeladas.


En una manada antinatural, los osos polares la siguieron.

FIN DEL CAPITULO.

Traducido por Clo

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