jueves, 28 de octubre de 2010

ICE CAPITULO 2O

VEINTE
Latitud 84 ° 10 '46 "N
Longitud 74 ° 22 '53
"W32 Pies de altitud

EL FRÍO QUEMABA SU PIEL, era como cuchillos cortando sus huesos. Ella dio patadas en el agua. Llegando treinta metros abajo, arrojo la mochila. Esta se hundió. No estoy muriendo, ella pensó. Este no es el fin. Ella miro a la superficie: Era como un oro verde. Agarrando el agua ella nado hacia ello.


Ella no podía sentir sus manos, era como estar sin brazos, sin piernas. Ella estaba entumecida y quemada, sus pulmones gritaron.


El oro verde se volvió negro. Quince minutos. La muerte del agua. Duele al morir.
Y luego no dolió más. Cassie fue envuelta por las corrientes. Se extendió hacia lo peces plateados y translucientes babosas.


El bacalao se arremolino alrededor de su cuerpo. Algo color verde claro flotaba en el agua como polvo en el aire. Bajo la vista hacia un jardín de estrellas de mar de un color naranja brillante y anemonas como de oro. ¿Este era el cielo? Pequeñas langostas se arrastraban en las rocas. Cangrejos con patas de arañas se revolvían sobre el barro para esconderse entre los suaves hilos de algas. Miro hacia arriba. Ballenas belugas ondulaban a través de la verde luz.


El agua se llenaba con los sonidos de sus chirridos y silbidos. Las miro nadar, cantar, en lo alto. No había langostas y Belugas en el cielo de nadie. Incluso sería extraño para un infierno. Ella sonrió y probó la sal. Fue más abajo en el agua. Viva. Pero ¿cómo? Ella esperaba que la ballena munaqsri la salvara. Pero ella no la vio. Tendría que tocarla para salvarse. Curiosamente nadie la estaba tocando. Entonces, ¿por qué se mantenía viva? ¿Y caliente? ¿Y sin dolor?


“¡Hola! ¿Hay alguien?” sus palabras burbujeaban en el agua.
La marea la llevo a través de los hilos de las algas. Cintas de color verde suave rozaban contra ella. Las algas cubrían el hielo suelto y el piso de debajo de modo que parecía un jardín de césped muy crecido. Cassie miro camarones Krill que parecían polvo moviéndose.
“¿Hola, alguno de ustedes habla?


No respondieron. Al menos no tendría que mantener una conversación con algo casi microscópico. Ella casi se rió de la imagen, pero luego el mar se oscureció. Cassie miro hacia arriba; la ballena estaba bloqueando el sol. Parecía como si pudiera tragarse el universo entero. Cassie no tuvo valor para el eclipse en vivo, sumamente consciente de lo mucho que no pertenecía a ese lugar. Estaba viva solo por la decisión de alguien, ¿Que pasa si ese alguien cambiaba de opinión? La ballena pasó sobre ella y en su estela, la luz del sol inundaba el agua. Ella no quiera estar ahí ni un segundo más. Nado hacia el sol.


La corriente se estrellaba contra ella, enviándola a caer por los lados. Su capucha cayó hacia atrás amontonando su cabello. Lo intento de nuevo, apuntando en diagonal hacia arriba.


Un enjambre de peces la atrapo. Los bacalaos con sus cuerpos plateados por la luz la rodearon, no podía mover los brazos, sin golpearlos a ellos. Los peces estaban al borde de su cabeza impulsándola hacia abajo, empujándola a través del agua. Ella se sacudió como un molino de viento y disperso a los peces.

Cuando el agua se aclaro, vio una forma, era el coral, una ciudad de coral, que se elevaba desde el fondo del fangoso mar. Estaba repleta de peces. La ciudad era un Manhattan orgánico. Era tan grande como el castillo del oso. Escucho una risa. Cassie giro en el agua.
“¿Quien está ahí?” gritó. En realidad podría ser cualquier cosa un crustáceo baboso de color rosa…Era una sirena.


Estaba subida en una roca con incrustaciones de sal, la sirena tenía escamas en la cola que se extendían por su plateada piel hasta llegar al ombligo. Su piel humana ondulada en suaves arrugas, era como un cuerpo ahogado e hinchado. Se echo a reír entre las corrientes de burbujas de aire.
“Tú eres algo mítico”


La risa de la sirena creció más salvaje y áspera. Sonaba como el romper de las olas. Un bacalao mordisqueaba el pelo de la sirena, estaba hecho de algas, su pelo flotaba alrededor de su cara como las serpientes de medusa. Cassie noto que la sirena no tenia dedos y un recuerdo llego a ella sobre una de las historias locales. Esta era la criatura que había dado lugar a las historias de Sedna, la mujer del mar Inuit, cuyo padre había cortado sus dedos.


¿Tú eres Sedna?, dijo Cassie. Meses atrás, el oso había mencionado a Sedna como la guardiana del Océano Ártico.


Con un movimiento de su aleta, la sirena se arrojo hacia Cassie, instintivamente Cassie se protegió su cara, pero la sirena giro a su alrededor en círculos como una corriente con burbujas.


“También me he enterado de ti” dijo Sedna. “Tú eres la chica que fue obligada a casarse con el oso polar para salvar a su madre de los trolls.”


“Nadie me obligo” dijo Cassie, “yo elegí salvarla” y ahora ella estaba eligiendo salvarlo a él. Ya sea si él la amaba o no. “ tengo que llegar al castillo que esta al este del sol, y al oeste de la luna, me ayudas?


“La ballena dice, que tienes a un futuro munapsri dentro de ti” dijo la sirena. Ella nado más rápido, un ciclón de burbujas llego alrededor de Cassie. Cassie presiono las manos sobre la curva de su estomago. En este momento era tan solo un feto.


“Aun no ha nacido, tal vez no quiera ser un munaqsri. Pero Oso ahora está vivo. Por favor ayúdame. No lo hagas por mí, hazlo por los osos polares”


“Criaturas de la tierra” dijo la sirena con desdén. Siguió nadando, agitando la cola en el agua. Cassie intento ver a la sirena, pero la sirena estaba nadando en forma borrosa. Continuaba dando vueltas alrededor de ella.

“Son casi mamíferos marinos” dijo Cassie. Era una controvertida teoría, pero su padre había hecho un estudio sobre ello. Tal vez al guardián del mar le gustaría esa teoría


“La grasa de sus pieles es resistente al agua y sus orejas son aerodinámicas, hay membranas entre sus dedos, ellos se están desarrollando en el mar. Por favor, tienes que creerme”

La sirena se echo a reír, las burbujas giraron en ondas. “Te estoy ayudando” dijo. “no te has ahogado”.


La sirena nado más rápido. Cassie se sintió mareada, cerró los ojos, pero el mareo continuo. Luego ella abrió sus ojos.


“Pero tengo que encontrar al oso” grito. Un ciclón de burbujas iba más y más rápido. Ella estaba rodeada, como en una red. Cassie nado entre las burbujas, pero ella fue lanzada de nuevo al centro. No podía ver a través de las burbujas

“Espera” dijo la borrosa sirena en verde plata, esta alargo el ciclón. Cassie vio como se iba extendiendo sobre el mar.


“Calla niña” dijpo Sedna “Ten confianza en el munaqsri. Queremos lo mejor para nuestro mundo, como todas las demás criaturas.


“Los trolls no” dijo Cassie a través de las burbujas “Los trolls no quieren lo mejor, quieren que los osos polares se extingan”.


“Nadie sabe lo que los trolls quieren” dijo la sirena “Tienes que ir con el padre del bosque. El sabe la mejor manera de ayudarte.”


“Quien es él?” le pregunto con ansiedad “ ¿Cómo puedo encontrarlo?"


El ciclon se derrumbo a su alrededor. Las burbujas golpearon la piel de Cassie. Ella comenzó a gritar, apretando las burbujas. Cassie volo, al igual que un chorro de pintura de un tubo, ella derribo el ciclón en el agua El rugido del agua ahogo su grito cuando ella paso rápidamente por un túnel de burbujas. Justo cuando pensaba que el viaje no tendría fin. Sintió el mar ondular por debajo de ella y el ciclón de burbujas la empujo en el aire. Ella salió del agua. El sol golpeo sus ojos.


“¡Whoa! Grito mientras se apresuro a subir por la orilla.

Fin del capitulo

Traducido por Rania.

Nota del traductor
Camaron Krill : Una especie de camarón antártico.

viernes, 22 de octubre de 2010

ICE CAPITULO 19



Latitud 84 ° 42 '08 "N
Longitud 74 ° 23 '06 "W
3 pies de altitud

BIZQUEANDO ANTE EL FUROR DEL SOL, Cassie exploraba sobre el blando hielo. Bajo el sol veinticuatro horas al día, los carámbanos goteaban y se derretían formando piscinas. El goteo sonaba constante como el segundero de un reloj. Dirigiéndose hacia la isla de Ward Hunt, ella había viajado junto a los osos durante tres semanas, deteniéndose sólo para tomar leche y comer las tiras de focas y peces que los osos le habían traído. A menudo, los osos le llevaban todo mientras dormía para no perder tiempo. Pero no había sido suficiente.
No voy a lograrlo, pensó.Ella trató de ignorar el nudo de miedo que se alojaba dentro de su caja torácica. El sudor pinchaba la parte posterior de su cuello debajo de la franela y lana. Por todas partes, el hielo astillaba. Habían grietas de cinco pies de ancho, el hielo parecía una papilla que se movía con un sonido hueco. Murres (Una especie de pinguinos) y gaviotas rodeaban el aérea, se zambullían buscando bacalao entre las grietas que eran cada vez más grandes.

Ella no iba a conseguir llegar a tierra antes de que el hielo retrocediera de la orilla. No voy a lograrlo, su mente le susurraba una y otra vez. No vamos a llegar.
El verano se avecina.Frente a una extensión de hielo delgado, Cassie iba montada en uno de los osos. Tenía las patas gigantes como raquetas de nieve, caminó sobre el hielo de color gris verdoso. Se tambaleaba en las oleadas. Conteniendo la respiración, mientras observaba la escarcha y las grietas. Siguió montando los osos mientras estos siguieron el pesado paso sobre el delgado hielo junto a los ríos de hielo.
Cinco días después, Cassie y los osos llegaron al final del hielo.Delante de ellos, el hielo se convertía en olas y luego se transformaba en papilla semi congelada. El aguanieve ondulaba. Finalmente, se dispersaba en el océano abierto. Kilómetros y kilómetros de aguas abiertas se extendía entre ella y la tierra.Cassie se quedó mirando el agua. Todo había terminado. Ella llego demasiado tarde. Ella se había quedado atrapada en el hielo. Toda su gran determinación para llegar a los confines de la tierra. . . Y todo lo que había logrado era llegar al final del hielo.
El sol brillaba como joyas de oro sobre el hielo y el agua. Parpadeo rápidamente, se concentró en las bailarinas olas. Ella sabía que no debía llorar en el frío. Su padre se lo había enseñado hace años. ¿Y también le había enseñado a dejarlo todo? , se preguntó. ¿Sera una tradición familiar el fallar para encontrar al castillo troll? De tal palo, tal astilla?

"Despierta", susurró. "Tú no has muerto todavía." Había opciones: Max todavía podría venir, o. . . Ella no podía pensar en una segunda opción.
Con la esperanza puesta en busca de inspiración o un milagro, ella miró a su alrededor y entre el ejército de los osos polares había un zorro ártico. Era diminuto en comparación de los gigantes, trotaba entre ellos. Relucía como un gato, el no tenia que preocuparse por el débil hielo», pensó. Si ella tuviera el tamaño del zorro, tal vez los osos podrían haber nadado con ella a través de cualquier agua abierta sin mojarla. Cassie miró el agua negra y brillante, ella se estremeció. Su padre le había dicho, que esta era el agua de la muerte: En quince minutos, los músculos se paralizan, la conciencia se desvanece y luego viene la muerte. Así eran las cosas, sin un munaqsri para calentarla, ella seguro se congelaría al tratar de nadar.
Así que todo lo que ella tenía que hacer era encontrar otro munaqsri y problema resuelto.
Ella soltó un suspiro. Si fuera tan fácil. Millones de personas pasaban su vida sin ver un munaqsri o ni siquiera saber que ellos existían. Por supuesto, ella sabía que existían, incluso si ellos pudieran moverse con rapidez como para ser vistos, pero solo era a menos que por casualidad se enteraran de un inminente nacimiento o la muerte. . .
La respuesta llegó tan rápido que casi la gritó en voz alta. Si ellos están presentes ante la muerte de una criatura. . . Cassie se bajó del oso polar y fijo los ojos en el zorro ártico.

Había visto a los zorros y los osos polares durante semanas. Los zorros del Ártico eran carroñeros, Vivian de los restos de lo que los oso mataban. Pero con tantos osos juntos, cada muerte era despojada a fondo los restos eran pocos. Sintió su corazón acelerar, latía con fuerza contra su caja torácica.
En algún lugar sobre el hielo detrás de ellos, tenía que haber un hambriento zorro del hambriento ártico.
“Regresemos ", dijo ella, pegando en los hombros del oso. “Vamos. Volver por donde vinimos." Si pudiera encontrar otro munaqsri, él podría ayudarla a salir del hielo. Aún mejor, podría llevarla hacia Oso!Cassie camino penosamente hacia el norte con su extenso ejército de osos polares. Los osos emblanquecían todo el hielo y la miraba de sus ojos negros, era inescrutable. Ella acarició la piel del oso a su paso, tratando de tranquilizarlo.

"Voy a salvarlo", dijo. "Yo prometo que voy a traer a su rey a casa."
Después de caminar cinco horas, vio una pequeña sombra blanca y polvorienta, casi amarilla contra el hielo azul-blanco. La nieve suelta se arremolinaba en un rápido movimiento como nubes a su alrededor. La sombra levantó la cabeza cuando se acerco, era un viejo zorro. Estaba tan flaco, que podías ver sus costillas presionando a través de su piel.

Pobrecillo, pensó. Si los osos polares no se hubieran unido, tal vez podría haber tenido la oportunidad de una temporada más, pero él no había sido capaz de competir con todos los osos.
Arrojando su mochila, se arrodilló sobre el hielo junto al zorro. Este apoyó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Respiraba con dificultad. Ella vio cómo sus costillas se extendían de arriba abajo, su respiración era resoplido áspero contra el silbido del viento.
Detrás de ella, Cassie escucho el suave resoplar de los osos. Ella los miro de reojo, confusa a través de las esquinas de sus gafas.

"Sólo un poco más", les prometió. Y entonces ella estaría fuera del hielo y en camino hacia Oso. . . si esto funcionaba.
Esto tenía que funcionar. El zorro munaqsri tenía que venir, ¿verdad?
Nadie vendría cuando un oso polar muriera, pensó. Sus almas simplemente se marcharan
. . . No sabía qué pasaría con sus almas. Y sin nadie que transportara las almas hacia el recién nacido, estos osos, estos hermosos osos, se extinguirán en una generación. Si no hay alma, no hay vida.
Oso los había arriesgado a todos ellos al casarse con ella. El había confiado en que ella respetaría su única petición. Y ella no lo hizo. Cassie abrazó su estómago. Incluso a través de todas las capas de ropa, se podía sentir el ligero abultamiento. Esto. . . lo que él había hecho. . . no disculpaba el daño que ella había hecho, aunque haya sido sin intención, se lo hizo a todos estos hermosos osos. Tenía que llegar hasta Oso.
El zorro se estremeció, y sus costillas se hundieron más y más, como si doblaran contra su piel. Ellas no se levantaron de nuevo. "Munaqsri” gritó ella.
Ella no vio nada.

"¡Zorro munaqsri!", dijo Cassie. "¡Necesito hablar contigo en nombre del oso munaqsri!" Él tenía que estar aquí. Ella no tenía ningún plan de respaldo.
"¿Conoces al oso polar?" dijo una voz. De pronto, un segundo zorro del ártico se posó junto al zorro muerto. Con el pelaje en punta, el zorro arqueó la espalda como un gato. "Dile que lo culpo por la suerte de mi zorros. Mientras sus osos se arrean, mis zorros se mueren de hambre." Su hocico se curvó hacia atrás, y el sol brilló en los afilados incisivos. "Voy a llevar mis quejas al supervisor del Ártico—" Con el blanco y grueso pelaje y el delicado hocico, se veía como una cruza entre un pequinés y un gato persa, casi nada amenazante. Pero era una bola de pelusa enojada con el poder de un munaqsri.
Cassie se puso de pie con dificultad. “¡Espere, escucha! Oso. . . el oso munaqsri . . . está en problemas. Necesito que me lleves a toda velocidad al castillo troll, al este del sol y al oeste de la luna."
El efecto de sus palabras fue instantáneo. Él cambió de furioso a afligido en un parpadeo. "¿Él ha abandonado a sus osos? ¡Oh, mis zorros!" El zorro inclinó la cabeza hacia atrás y aulló. "¡Mi zorros morirán de hambre! Nadie ha vuelto nunca desde allí. ¡Él nunca volverá!"
Los gritos del zorro la atravesaron. Ella se llevó las manos a los oídos. “¡Sí, lo hará!" gritó Cassie. Su madre había regresado. Si Oso pudo rescatar a Gail, entonces, Cassie podría rescatar a Oso. Ella lo traería de vuelta. Ella arreglaría todo. "¡Puedo traerlo de vuelta!"
Su aullido murió en otro cambio de humor, en una fracción de segundo. Ahora en silencio, el zorro la miró. "¿Quién eres tú?," preguntó finalmente.
"Cassie Dasent" dijo. Ella no podía leer la expresión en su cara de zorro. Él ya había pasado de furioso a afligido a contemplativo en menos de treinta segundos. Por favor, déjenlo ayudarla.
"Tú no eres un munaqsri," dijo él.
"Soy la esposa del oso polar," dijo ella.
"Interesante gusto," dijo él.
Cassie apretó los dientes. ¿Ahora se burlaba de ella? Su marido estaba desaparecido, sufriendo con los trolls, los osos polares y zorros árticos estaban en peligro de extinción, y ella estaba atrapada en el hielo, con por lo menos cuatro meses de embarazo y el verano acercándose rápidamente. "No he hecho una caminata hasta aquí desde más allá del Polo Norte para ser insultada por algún peluche," espetó ella. "Es tu elección, Afelpadito: Ayúdame y ayuda a tus zorros, o no me ayudes y míralos morir."
Afelpadito se pasó la lengua por la nariz. Cassie contuvo la respiración. Ó ella había llegado hasta un munaqsri imprevisible, ó lo había fastidiado por completo.
"Yo no puedo llevarte allí," dijo finalmente él. "El castillo se encuentra al este del sol y al oeste de la luna. Está fuera de mi región. No puedo dejar el hielo. Otro munaqsri es responsable de los zorros en la tierra."
"Entonces ayúdame a encontrar a otro munaqsri,” dijo Cassie. Tenía que haber un munaqsri que pudiera cruzar del hielo a la tierra. Rápidamente, escaneó el hielo, el cielo y el mar.
En el océano, una ballena levantó su espiralado colmillo. Lento y majestuoso, un segundo cuerno creció fuera del agua. Como si fuera un ritual antiguo, los dos narvales cruzaron sus cuernos de unicornio. "Llama a una ballena," dijo ella.
"Una ballena no te ayudará,” dijo él. "No eres un munaqsri, y ellas no tienen ningún interés en el destino de los osos polares o mis zorros."
Un problema por vez, pensó ella mientras se levantaba la mochila sobre los hombros. "Sólo hazlo. Por favor. ¿Afelpadito?"
* * * * *
El océano cedió a sus pies. Chillando, las aves marinas retrocedieron del agua. Por un instante, sus cuerpos ennegrecieron el cielo. "Él viene," dijo el zorro.
Cassie tropezó mientras las olas sacudían el hielo. A centímetros del borde del hielo, una suave curva oscura del tamaño de un submarino surgió del agua. Y luego siguió creciendo, más y más grande. Mientras Cassie observaba, la ballena de Groenlandia levantó su boca por encima de las arremolinadas olas. Abrió sus fauces, y Cassievio placas de flecos de barbas de ballena, vainas enormes que llenaban la boca de la ballena. Algas, percebes y clorofíceas se aferraban a las goteantes vainas. Ninguna ballena común podría haber sido tan enorme.
El coloso cerró la boca, y las olas se abultaron en el hielo. Cassie se tropezó hacia atrás, mientras el agua congelada salpicaba sus mukluks. Detrás de ella, el hielo se resquebrajó. Ella miró por encima del hombro para ver una fractura en el hielo ampliada por el esfuerzo de las olas. A ambos lados de la división, sus osos polares esperaban hombro a hombro—sus hermosos osos. Observarlos, le dio fuerza.
"Necesito tu ayuda," le dijo a la ballena.
"Tú no eres un munaqsri." Su voz golpeaba como un tambor. Ella se estremeció, cuando cada sílaba le golpeó los oídos.
"Mi marido lo es," dijo. "Él es el munaqsri de los osos polares."
Levantándose más alto en el agua, tan masivo como un monstruo de mitología, la ballena tronó, “Él puede que lo sea, pero tú no lo eres. Tú no tienes vínculos con nosotros."
El hielo se sacudió como si en un terremoto. El spray y el viento le golpearon la cara. Abrió las piernas para mantener el equilibrio y sostuvo los tirantes de su mochila. A él no le importaba si la ahogaba, se dio cuenta. Levantando la vista hacia el monstruo de mar, dijo, "Estoy atada a él. Hicimos votos."
"Todos estamos vinculados por nuestras promesas," entonó él.
Cassie se apartó el pelo de los ojos y entrecerró los ojos hacia la ballena. Él eclipsaba el sol. "Por favor. Tienes que ayudarme a llegar al castillo troll."
"Nada viviente va alguna vez allí," dijo la ballena.
"Entonces, llévame a través del océano,” rogó ella. "Sólo hasta la orilla. Voy a encontrar el camino por mi misma desde allí. Pero, por favor, ¡ayúdame a salir del hielo!"
"No ayudo a humanos."
"Los osos morirán si no salvo a su munaqsri,” dijo Cassie. Ella no podía fallar. Sus amados osos desaparecerían de la faz de la tierra. "Ayúdame por el bien de ellos."
La ballena vagó contra el hielo que se desmoronaba. Cassie se agitó violentamente cuando el hielo se sacudió. "Los osos no son mi preocupación," dijo.
¡A él tenía que importarle algo! Se lanzó en torno a otra idea, y la golpeó la inspiración. "Yo llevo el hijo de Oso,” dijo. "Uno de ustedes. Un futuro munaqsri."
La ballena roció agua del pico. Gritando, Cassie se llevó las manos enguantadas sobre la cabeza y se agachó mientras llovía helada agua de mar. "Arriesgas a un munaqsri," tronó la ballena. "No se puede permitir."
A su lado, el zorro ártico siseó y gruñó. "¿Mantienes el futuro de una especie en tu interior, y emprendes esta búsqueda? Buscas la muerte."
Oh, no, ella lo había empeorado. "Pero tengo que salvar—"
"No puedo permitirte que pongas en peligro un futuro munaqsri," dijo la ballena.
"¡Ni yo!" dijo Afelpadito.
"Debes permanecer en el hielo a donde perteneces." Con ese pronunciamiento, la ballena se sumergió. Una ola inmensa de agua subió a su estela.
Cassie se tambaleó lejos de la ola. "¡Me moriré si me quedo!" Ella iba a morir, los osos iban a morir, los zorros iban a morir. Oso se quedaría atrapado en el lugar que había hecho gritar a Gail.
"Los osos cuidarán de ti hasta que nazca el niño," dijo Afelpadito. "Y cuando crezca, los osos tendrán a su nuevo rey. Mis zorros podrán vivir, y todo será cómo debería ser."
Ella negó con la cabeza. Su garganta se sentía atorada. Tenía que lograr que él la ayudara. No podía perder su única oportunidad con Oso "¡Ballena!” le gritó a las olas. ¿Podría todavía oírla? Por favor, que la pueda oír. Las brillantes olas negras todavía se revolvían ante la estela de él. Cassie llamó hacia las profundidades, "¿Quieres que tu precioso niño viva? ¡Entonces mantén a su madre viva!"
Ella corrió y se sumergió en el Océano Ártico.

FIN DEL CAPITULO.

TRADUCIDO X CLO Y RANIA



sábado, 16 de octubre de 2010

ICE CAPITULO 18

Capitulo 18

Latitud 87 ° 58 '23 "N
Longitud 150 ° 05 '12 "W
Altitud de 8 pies


DEMASIADA ESPERARA.

Suficiente miedo.

Basta ya de la maldita niebla. Ella no iba a seguir engañándose aquí, obsesionada con Oso, hasta que la muerte o la locura la reclame. Si él había tenido la intención de traicionarla, o no, quedarse aquí no serviría de nada.

Era una exploradora del Ártico, maldita sea. Ella podía sobrevivir a esto. Tenía gafas para prevenir la ceguera de la nieve y su GPS para evitar que ella vaya en círculos, durante el tiempo que durara la batería.

Ella tenía su propia habilidad y la formación de papá para evitar caer a través del hielo. A pesar de los riesgos, tenía su mejor oportunidad de supervivencia. Tenía que llegar más allá al sur para conseguir alguna posibilidad de que Max (o cualquier otro piloto) la detectara y no tenía suficiente comida para esperar y levantarse sobre la blanca nieve.

“Me voy “, pensó. Sus articulaciones eran tan rígidas como la madera, Cassie se puso el equipo dentro de la bolsa de dormir y luego se arrastró lentamente hacia fuera.

Se sintió mareada al ponerse de pie. Sus rodillas temblaron y se sentó con fuerza. Ella estaba más débil de lo que había pensado. Las medias raciones y su obligada inactividad habían cobrado un peaje. Cassie esperó hasta que su visión se aclaró. La visibilidad era de cinco pies, máxima. Moviéndose lentamente, envolvió un extra de la ropa interior térmica a su alrededor, gafas para reducir el deslumbramiento y entonces ella trató de hacer rodar su saco de dormir. Había sudor en la bolsa y éste se había congelado. Ella luchó para doblar cada curva. Por último, luchó para aplastar en una parte y aseguró su mochila.

Ella se puso la mochila en la espalda. Las correas cortaban sus hombros. Con las manos entumecidas trató de abrochar la hebilla del cinturón. Esta estaba cubierta de hielo. Esto le tomó tres intentos.

Luego anduvo entre el aire ahogado con nieve.

En cuestión de minutos, le dolía el estómago y hasta su médula ósea se sentía fría. La sequedad del aire aspiraba la humedad de su boca y sintió como espinas congeladas en sus mejillas, bajo su máscara su rostro estaba congelado. Ella no debería estar caminando sobre la blanca nieve. Sólo los idiotas salían sobre la nieve blanda. Kinnaq (dialecto esquimal), su mente le susurraba, era algo loco. Pero si ella se detenía aquí, en los escombros de hielo, Max nunca la vería incluso si la blanca nieve estuviera despejada.

Necesitaba estar sobre el hielo plano para que él la rescatara. Tengo que tratar al menos de hacer lo posible para que me encuentre, pensó. Esto es inteligente, se dijo, no loco. Rendirse es de locos. Una vez Oso le había dicho que ella no se rendía.

Cassie siguió caminando, escuchando el crujido familiar del hielo al romperse. A su alrededor, la blanca nieve gradualmente-muy gradualmente se dispersaba. Se percató que los osos, todavía estaban por ahí, siguiéndola. Pensó, “déjalos”. Ella no tenía la fuerza para sentir temor. Arrastró los pies sobre el hielo con sus ojos puestos en el siguiente paso. Cuando por fin se acordó de mirar hacia arriba, pudo ver a cincuenta pies. Más allá, el mundo había sido tragado por la nieve.
La tormenta había destrozado el hielo en las costuras.
Habían, grietas parecidas a un río, entrecruzaban el hielo. Una densa niebla se levantaba de las aguas descubiertas. Nuevas crestas de presión había nacido y otras se habían derrumbado. Ella se quedó mirando el paisaje. No había imaginado que el daño podría ser tan grave. Ella tuvo la suerte de encontrar un sólido témpano. Otros pasos más y seria. . . Muy afortunada.

Le tomó varios minutos a Cassie para tener coraje de seguir adelante. Ella dio un paso más sobre el hielo más fracturado. En algunas pistas, el agua se había congelado, era un camino liso. Siguió adelante, mirando el color gris ratón del delgado hielo. Este era elástico bajo su peso. Se arrastró hacia adelante con el hielo fracturado detrás de ella. Las placas de hielo se inclinaban como un balancín debajo de ella. El hielo hizo débiles sonidos debajo de ella. Fue muy difícil concentrarse. Oso no estaba aquí para salvarla de congelarse o ahogarse, recordó, que tenía que salvarse a sí misma. "No te pierdas", susurró.

El frío la impregno. Su sangre se sentía lento en sus venas. Ella puso su pie en el suelo, y una placa de hielo se disparó. Cassie cayó hacia delante y se agarró de la cima. Sus pies se deslizaban hacia abajo y le colgaba sobre la negra agua.

A su alrededor, estaban los osos polares y estos la miraban.

Enroscando sus piernas, obligó a la placa a inclinarse. Cassie se lanzó hacia la siguiente capa de hielo. Sus piernas salpicaron el agua mientras la placa se inclinaba en la dirección opuesta. El hielo le rasgó los pantalones Gore-Tex mientras que ella, con una explosión de adrenalina que no sabía que tuviera, se arrastró a si misma fuera del agua.

Se obligó a ponerse de pie. El frío. . . quemaba. Cortaba. Oyó la voz de su padre en la cabeza gritando instrucciones. Despojándose de su mochila, se dejó caer en la nieve y rodó como si existiera un incendio. La nieve absorbió el agua en sus piernas. Se le arrugaron los pantalones al congelarse la capa externa.

Tenía que moverse. Se secará si te mueves, le dijo la voz de papá. Temblando incontrolablemente, Cassie levantó la mochila y se dirigió a través del hielo. El viento empujaba a través de ella. Deseaba encontrarse en el castillo. Deseaba que esto hubiera terminado. No, deseaba que nunca hubiera comenzado. Habría dado cualquier cosa, hecho cualquier cosa, para tener todo de nuevo en la forma en que había sido. Oso, ¿dónde estás? Lo extrañaba tanto que dolía, como un puño apretándole el estómago. ¿O era el frío? ¿O el hambre?

Lo echaba de menos con cada célula de su cuerpo. No importaba lo que sentía él por ella. Tanto si la amaba como si no, no cambiaba lo que ella sentía por él. Ella lo amaba independiente y más allá de si él la amaba. Deseaba haberse dado cuenta antes. Si lo hubiera hecho, nunca hubiera encendido la linterna. Ella estaría con Oso en este preciso momento.

Siguió caminando milla tras milla, hora tras hora. Se cubrió de nieve. Su mascarilla facial se moldeó a la forma de su cara, se le pegó a la piel, y su parka y pantalones se cubrieron con una pátina de hielo sólido. Un trozo de esto había serpenteado alrededor de la capucha. Riachuelos de agua helada corrían por su cuello. Tenía una costra de hielo entre el vellón y la lanosidad. La parka se sentía como una camisa de fuerza. La escarcha recubría sus gafas. El espeluznante frío se inyectaba en sus articulaciones. Caminar dolía. Infiernos, pensó, no tiene nada que ver con el fuego. Jeremy tenía razón: el infierno está congelado.

Podría haberse congelado, lo sabía. Podría estar lentamente muriendo de frío. Asesinada por el hielo que amaba. Siguió avanzando, ahora sobre todo por costumbre en lugar de por una elección consciente. Cassie se abrió paso a través del caos de hielo, emergida de la tormenta y la atracción de la luna sobre las mareas. El sol bajo alargaba los montículos y hacía los espacios entre ellos de color azul oscuro y frío. Ella se estremecía en la penumbra. No podía pensar en nada más que en el frío que tenía. Y en Oso. Siempre en Oso. Al ver un dorado trozo más caliente delante de ella, intentó apurarse hacia él.

Al instante, se le acalambró el estómago vacío. Agarrándolo, Cassie perdió el equilibrio. Se cayó de bruces. Intentó recomponerse, pero se sentía como si sus brazos se movieran en cámara lenta. Colapsó hacia adelante antes de que sus brazos estuvieran medios levantados.

Necesitaba ponerse de pie. Mantenerse en movimiento. No moverse significaba morir— ¿con cuánta frecuencia le había dicho eso papá?

Oyó el familiar crujido desde las profundidades del hielo. Sonaba como un fantasma, un murmullo cansado y triste. Se imaginó que le estaba hablando, pero no pudo entender las palabras. Con la mochila, como un pesado caparazón de tortuga sobre ella, se arrastró hacia adelante. Los codos le temblaron. Avanzó a través de las olas congeladas.

Suficiente, pensó. El hielo era lo suficientemente plano. Podría descansar aquí. Despatarrándose bien a lo largo sería más visible desde el aire, desde el avión de Max, que si estuviera de pie. Tenía sentido yacer aquí. Cerró los ojos. Rescátame, Max. Papá. Oso. Oso.

Una voz en su interior le susurró que él no iba a venir. Que nunca iba a volver a verlo. No tuvo fuerzas para llorar.

La nieve cayó sobre ella.

* * * * *
Cassie disfrutaba en el calor. Las almohadas se presionaban a su alrededor, y estaba tan oscuro como un útero. Abrazó los cojines. Aplastó la mejilla contra ellos, presionando la mascara facial en su cara. Medio descongelado, el paño grueso y suave empapaba su piel. Se rascó para arrancar la máscara y la piel. Se arrastró en las almohadas. Por fin se sentía cómoda, y ninguna estúpida máscara iba a—

Un calambre le apretó la pierna izquierda.

Eso medio la despertó. Su muslo estaba encajado entre las almohadas en un ángulo incómodo. Se movió de nuevo y olfateó: sudor agrio. No debía estar muerta aun, pensó vagamente. Pronto quizás. Dio vuelta la cara para que el borde de sus gafas no le clavara los pómulos, y se volvió a dormir.

Soñó con Oso. Soñó que él estaba a su lado en su forma de oso polar, con el pelaje cálido presionado contra ella y el caliente aliento en su mejilla. Cassie se despertó de nuevo. Con la visión nublada, parpadeó en la tibia oscuridad.

No estaba muerta. La realización la atravesó, y quiso llorar o gritar. ¡No estaba muerta! ¡Gracias, gracias!

Puso a prueba sus músculos. Todavía funcionaban. Cassie empujó las almohadas, y las manoplas se hundieron cuatro pulgadas, pero con manoplas, guantes y forros protectores, no pudo sentir la textura.

Las almohadas respiraron.

Cassie retrocedió, y el movimiento repentino le revolvió el estómago vacío. Sentía que el mundo la aplastaba como si estuviera atrapada de nuevo en su saco de dormir durante una tormenta. "¡Déjame salir!", gritó. Le dio un codazo a la tibia oscuridad y se retorció hacia arriba.

Se retorció fuera de la prensa de piel y emergió en un mar de osos polares: osos durmiendo tan lejos en la niebla blanca como llegaba a ver. La negrura nadaba a lo largo de sus ojos y luego se retiraba. Los osos estaban todavía allí cuando pasó el mareo. "Oh, mi", murmuró.

Ante el sonido de su voz, una docena de osos levantaron la cabeza. Tragó saliva. Sin expresión, otra docena de osos también se volvieron para mirarla. Como si fueran uno, la masa de osos—los osos, no las almohadas—se movieron, liberándola. Le temblaron las piernas, y el viento le picó.

Ellos la habían mantenido caliente mientras dormía. Los osos le habían salvado la vida. "Oh, mi", repitió mientras le cedían las rodillas. Los osos rodaron de espalda para que ella se apoyara mientras se deslizaba al suelo.

Cassie giró la cabeza— y miró directamente la nariz de un oso polar. Él le resopló. Ella se lo comió con los ojos. "Ustedes son osos", dijo. "Ni siquiera son osos mágicos.” No lo entendía. La niebla en su cerebro no se disolvía. Ella no podía pensar. ¿Por qué los osos la habían salvado?

Un oso la empujó con el hocico.

"¿Qué? No me comas." Balbuceó. Se inclinó hacia atrás y sintió otro oso detrás de ella. Éste la empujó en el medio de la espalda. "¿Qué quieres?" Otro empujón. ¿Querían que se pusiera de pie? Trató de hacer que funcionara su cerebro. ¿Estaba soñando? No se sentía como si estuviera soñando. Le dolía demasiado para estar todavía dormida. Haciendo una mueca, Cassie se tambaleó sobre sus pies.

¿Los había mandado Oso para salvarla?

Los osos se separaron, dejando al descubierto la mochila de Cassie.

"No puedo", dijo. Sus ojos se sentían calientes, a punto de llorar. Los osos la estaban ayudando demasiado tarde. No tenía la fuerza para seguir adelante. "Estoy cansada. Tengo hambre." Hizo una imitación de masticar. "Ya saben, ¿con hambre?" Hizo ruidos de sorber.

Amablemente, una osa rodó, dejando al descubierto cuatro redondos pezones. Cassie se lamió sus agrietados labios. Colgando la cabeza, la osa la miró. Medio cayéndose de rodillas, Cassie se arrodilló y se arrastró hasta el estómago de la osa. Levantó la mirada hacia la osa, y la osa cerró los ojos con placidez.

Cassie se quitó una manopla y la mascarilla. Inspirando profundamente, tocó el pezón. Se sentía tan firme como un pulgar. Ella lo apretó, y la leche fluyó en la parte superior: vida. Cuando la osa no la vapuleó, de hecho, no se movió—Cassie se inclinó y sostuvo su lengua como si fuera un gato en la leche. Apretó con fuerza, y la leche salió disparada hacia su lengua. Era grasosa, y tenía sabor a foca. Rica y espesa, le obstruyó la garganta.

Logró tomar tres tragos, luego tuvo que descansar, apoyando la cabeza contra la osa. Se quedó dormida y despertó a los pocos segundos para tragar más leche. Alternó, beber y dormir, hasta que se sintió humana de nuevo.

Voy a vivir, pensó mientras yacía contra la madre osa. Desde más allá de los confines de la tierra, Oso había encontrado una manera de salvarla. Y de alguna manera, pensó, voy a encontrar una manera de salvarlo.

FIN DEL CAPITULO.

Traducido x Rania y Clo

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Okis, esto es atípico,¿ beber leche de una osa?? ¿como tarzan alimentado por los monos?? Wow, un poco tierno y bastante asqueroso!!!!!! Puaj!!!

lunes, 11 de octubre de 2010

ICE CAPITULO 17

Capitulo 17

Latitud 87 ° 58 '23 "N
Longitud 150 ° 05 '12 "W
Altura de 8 pies

EL MUNDO SE DERRUMBÓ.

Como un dios enojado, el viento castigó al hielo. Desgarró el océano hasta abrirlo, y lo cerró de golpe. Las placas de hielo se montaron unas sobre las otras, sobresaliendo en el negro cielo. El hielo gritó.


Ella se acurrucó dentro de su frágil capullo. Negro en la noche falsa, su mundo se había reducido a seis pies por dos. El hielo debajo se sacudió. Apretando los dientes, se abrazó en una bola, como si eso fuera a mantener el hielo junto.

Oyó estruendosos rechinamientos como si la tierra estuviera siendo exprimida. El corazón le latía en la garganta. El sudor frío le enfriaba la carne. En cualquier momento, el hielo podría dividirse y ella podría caer dentro del océano. Podría desaparecer sin dejar rastro. Papá, Gail, Abue. . . nunca sabrían lo que le había sucedido.


El viento se estrelló contra su saco de dormir. Ella se deslizó en un círculo alrededor del único tornillo de hielo. En el sentido de las agujas del reloj, con el tornillo. Cassie rodó en el interior del saco de dormir. Se aferró a los costados de nylon. Como la vela de un barquito en la plancha, el nylon se agitó. El viento azotaba debajo de ella, y Cassie rebotó sobre el hielo. Al caer duro, se golpeó el codo, luego la rodilla, después la cadera.

Un grito de Banshee (*) y el viento cambió. Ella se deslizó de nuevo. En contra de las agujas del reloj, aflojando el tornillo. Dio un alarido silencioso. Empujó contra los confines de la bolsa de dormir. "¡Déjame salir de aquí! ¡Por favor, déjame salir!" Chillando, se puso a llorar.


Dentro de la prisión, Cassie fue lanzada hacia atrás y adelante, haciéndose moretones cada vez que rodaba. Afuera, la tormenta estaba en ebullición.


Segundos, minutos, horas más tarde, la tormenta aullaba hacia el norte, el hielo quedó en silencio y el aire estuvo lleno de nieve. Cassie, anudada dentro de su saco de dormir, gimió.

* * * * *

De a ratos, durmió. Soñó que estaba enterrada en el hielo. Que trolls de siete pies de alto perseguían a Oso, y ella no podía moverse. Gritó, pero su garganta no funcionaba. Un troll tocó a Oso, y éste se disolvió. Gritó de nuevo, sin sonido, y el troll se volvió hacia ella. Su rostro era una máscara grotesca de sombras que se movían. Se despertó gritando en la oscuridad y empapada en sudor.


¡Fuera! ¡Tenía que salir! Cassie buscó a tientas la cremallera de la bolsa de dormir. No podía respirar. No podía pensar. ¡Fuera, fuera, fuera! El frío fluyó dentro, mientras ella se retorcía hacia fuera.


Gateó dentro de la surrealista blancura. No podía ver nada: Ningún color, ninguna sombra, ni la tierra, ni el cielo. "¡Ayúdenme! ¡Alguien! ¡Cualquiera!" Llamó.


Rodeada por la falsa noche blanca, estaba completamente sola. Cassie sentía su entorno. Encontró la cinta que había utilizado para atarse a la mochila. Sacudió el hielo fuera y tiró la mochila hacia ella. Por lo menos no la había perdido en la tormenta. La abrazó como si fuera un oso de peluche, mientras la nieve se filtraba en su vellón.


Fue el frío que le goteaba por el cuello, más que cualquier otra cosa, lo que la convenció de todavía estar viva. Sus instintos de supervivencia la golpearon cuando comenzó a temblar, y se arrastró hacia el interior de su saco de dormir.


Se quedó allí durante varias horas, imaginando que sus articulaciones se bloqueaban y los músculos se ponían rígidos como un cadáver en rigor mortis. Se imaginó convirtiéndose en la escultura que el oso había tallado. . . . Cerró los ojos, y pudo ver a Oso llevándola por la manga al centro del jardín, y ella siguiéndolo, riendo, hasta que vio lo que él quería mostrarle: la escultura de ella. La había tallado para ella, un regalo tardío de cumpleaños. Tallada de memoria, una imagen perfecta. Dijo que era el corazón del jardín. Y él procedió con una serenata. Artista era, cantante no. Recordó cómo había reído y sintió ganas de llorar.


La había amado, ¿no?


¿Importaba ya si lo había hecho? La escultura había desaparecido. Oso se había ido.


"Ya basta," dijo en voz alta. La mataría, el frío, el hambre, el agotamiento, sus propios pensamientos. Se sentía como si la tormenta se hubiera filtrado dentro de ella y ahora estuviera luchando en su cerebro, su corazón, su todo.


Con esfuerzo, empujó sus pensamientos lejos, yació en su silenciosa prisión y escuchó a su corazón latiendo como el sonido de pasos constantes que siempre estaban a la misma distancia.


Perdió la noción del tiempo. En algún momento, su vejiga le exigió salir. Salió a la luminosidad de la nieve. La nieve le escupió la cara. La visibilidad seguía siendo cero. Ni siquiera podía verse los pies. Tanteó el camino hasta el final de la bolsa de dormir y se agachó debajo de su parka. No se atrevió a ir más lejos que un pie de la bolsa de dormir. Casi podía escuchar la voz de papá diciéndole que era demasiado peligroso moverse en la luminosidad de la nieve. Había oído historias de personas que se habían perdido en cinco pies de distancia de su tienda, y dentro de la sólida blancura y ella lo creía.


Después de arrastrarse nuevamente en su saco de dormir, se quedó escuchando el viento. Se pregunta acerca de Oso. ¿Cómo lo estaba pasando en el castillo troll? ¿Qué le estaban haciendo los troll? Gail había gritado durante sus pesadillas de su tiempo allí.


Él había arriesgado tanto para casarse con ella. Ella de seguro le había importado. Cassie pensó en la manera en que solían hablar hasta altas horas de la noche, hasta que ambos se estaban quedando dormidos a mitad de las frases. Pensó en cómo habían trabajado lado a lado en sus mapas y números, elaborando las mejores rutas de patrullaje. Pensó en cómo la había abrazado en la noche, acariciándole el pelo, y susurrándole. Y ahora estaba atrapado al igual que lo había estado su madre, porque ella había encendido una única linterna.


Horas más tarde, revisó las condiciones de nuevo. De alguna manera, eran mejores. La nieve había disminuido lo suficiente para poder ver el borroso rojo de su mochila, aunque todavía no podía ver por completo su saco de dormir. De la cintura hacia abajo, la bolsa desaparecía en el blanco como si fuera una aparición. De alguna manera, sin embargo, las condiciones eran peores: la nieve más fina también reflejaba más el sol. El resplandor blanco lastimaba, y parpadeó para contener las lágrimas. Sus ojos se sentían atravesados por la arena—el primer síntoma de la ceguera por nieve.


Se arrastró hacia adentro de nuevo. Admítelo, pensó, tu plan ha fracasado. Max no la había rescatado, a pesar de todos los osos polares. De seguro él no iba a venir ahora, cuando estaba perdida en la luminosidad de la nieve. Él le había fallado. Papá le había fallado—al igual que le había fallado a Gail. Y al igual que Oso le había fallado a ella, abandonándola una milla al norte del Polo Norte. Ó como ella le había fallado a Oso, traicionando su confianza después de que él le hubiera implorado que nunca lo mirara.


La mirada en sus ojos. . .


Ella tenía que escapar del hielo. Pero no había escape.


La tierra más cercana era la isla Ward Hunt en el 83° N y 75 ° W. Demasiadas millas, susurró su mente. Demasiados kilómetros y muy poca comida. Todas las posibilidades le pasaban por la mente: la inanición, la deshidratación, la congelación, el ahogamiento. Acurrucándose en una bola, se abrazó a si misma. "Oh, Oso,” susurró, " Lo siento." Las horas pasaron.

FIN DEL CAPITULO.

Traducido por Clo.

(*) Banshees: son los espíritus que gimen y lloran anunciando la muerte.

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Bueno nenas, parece que Cassie se nos queda nomás. Urge formar un equipo de rescate para el Osito...mmm, Rania, descartada por enfermedad, pero cuenten conmigo ;) jajajaja.

jueves, 7 de octubre de 2010

ICE CAP. 16

DIECISEIS

Latitud 88 ° 51 '42 "N
Longitud 151 ° 25 '50 "W
Altitud 10 metros


EN LO ALTO, EL CIELO ERA DEL AZUL MAS PALIDO, casi se reflejaba en el blanco hielo. No había ni un solo pájaro o avión. Cassie comprobó el GPS: 88 ° 51 '42 "N y 151 ° 25' 50" W. Durante cinco días, ella había caminado a través de las olas congeladas. Ya tendría que haber sido rescatada.

"Vamos, Max”, susurró mientras miraba de nuevo hacia el cielo. "Sálvame". Bajo sobre el horizonte, el sol permanente pinchaba las comisuras de sus ojos.


¿Por qué, el no venia?


El sol bajaba rodando por el horizonte mientras ella seguía adelante. El fulgor blanco de la tarde aumentó cuando el sol pasó hacia el sur. Cientos, quizá miles, de osos polares iban a paso lento detrás de ella. Sentía espinas en su columna vertebral, cada vez que pensaba en ellos, eran sombras blancas en silencio. Su padre y su equipo deberían haber notado la ausencia de tantos osos polares a estas alturas. Deberían haber enviado a Max en su avión a investigar. Tendrían que haber seguido las señales de los osos que andaban en cadena, y éstas deberían llevarla directamente a ella.


Por la noche, el sol estaba a su derecha. Los cristales de hielo brillaban en un halo alrededor del sol y parecían hojas de oro alrededor de Cassie. La niebla polvorienta cortaba la visibilidad aún más. Ella se esforzó a concentrarse en el hielo frente a ella. Pero aun con toda su concentración, tropezaba con ondas invisible congeladas. Ella no tenía la percepción de la profundidad en el resplandor de la blancura infinita.

Sus pestañas restantes eran carámbanos, enmarcando su visión del mundo. Sus cabellos se habían congelado las fosas nasales también. Ella exhalaba por la nariz para mantenerse caliente. Sus pantalones de Gore-Tex crujían mientras ella iba tropezando a lo largo del camino. Era el único sonido en el vacío además del resoplido de los osos.


Incluso si todas las antenas hubieran funcionado mal al mismo tiempo, alguien habría tenido que observar que cientos de osos habían desaparecido. Durante kilómetros, los campos de hielo estaban congestionados con los osos, sin embargo, en cinco días, ella no había escuchado un solo motor de la estación de investigación del mar oriental del mar de Beaufort o de cualquier otro lugar.


Tal vez porque todos pensaban que era un mal funcionamiento del equipo. Ninguna Estación correría el riesgo de mandar a una avioneta tan lejos hacia el norte por un mal funcionamiento del equipo. Y ninguno de ellos admitiría ante los otros que habían perdido el rastro de muchos osos. Pasarían semanas antes de que su padre se tragara su orgullo para ponerse en contacto con el NPI. Pero ella sólo tenía una ración como para una semana de alimentos y ella ya había usado cinco días de estos. Si estiraba los paquetes de alimentos y cortaba sus raciones a la mitad… podría tener como para cuatro, cinco a lo sumo.

Maldita sea, papá debería saberlo mejor, pensó. Él sabía sobre los munaqsri. Él sabía que lo imposible podía suceder. Pero si papá no enviaba un avión pronto. . . Ella aspiró el aire y el aire quemaba. Tenía que mantener una actitud positiva. Alguien tenía que venir.

Excursionó por dos días más antes de llegar a la cordillera Lomonosov. Todavía ningún Max. Todavía ningún avión. Todavía ningún rescate. Acampó a la sombra de los monolitos de hielo, de las torres inclinadas y pináculos caídos en medio del hielo, y comió una cena de media ración.


En la mañana, Cassie se arrastró fuera de su bolsa de dormir mientras el estómago le llevaba a la fuerza la cena de la noche anterior hacia la garganta. Se llevó las manos a la boca. No podía perder los nutrientes. Algunos pedazos le brotaron entre los dedos. Calientes, los trozos de harina de avena humearon sobre el hielo. Tragó saliva y apretó los dientes. Mantenlo dentro, se dijo. Vamos, aguántalo.


Su cuerpo nunca había trabajado en su contra antes. Se sentía como si estuviera siendo saboteada desde el interior. Tragó de regreso la bilis y palmeó la nieve suelta en su frente. Con un bebé creciendo dentro de ella, necesitaría más comida, no menos. Podría tener aún menos tiempo de lo que había pensado. ¿Cómo Oso podía haberle hecho esto?


Temblorosa, se puso de pie. Miró a través del desierto de hielo. Lo brillante de la luz de la mañana le hacía aguar los ojos al mirar. El cielo era de un azul sorprendente, y el horizonte era amarillo limón. Se limpió las manos en los pantalones y a continuación encontró los guantes. Sus manos se habían enfriado rápido. Tenía la boca pegajosa y la cabeza ligera. Expuestas al aire helado, sus mejillas habían empezado a endurecerse. Las calentó con los guantes antes de ponerse máscara facial sólida para el hielo. Los osos polares, notó, habían regresado. La observaban inexpresivos. Se dijo a si misma que siguiera ignorándolos.


Metió el saco de dormir en la mochila. Crujió, y pudo sentir trozos de hielo en la pluma. Hubiera querido tener un poco del calor mágico de Oso. Se acordaba de todos los paseos por el hielo. Ella había sido capaz de dejar la capucha hacia atrás y el abrigo abierto, y el viento ártico se había sentido como una brisa de verano en su cara. Recordaba las peleas con bolas de nieve en el salón de baile del castillo, donde había utilizado sus propias manos sin sentir nada de frío—Basta, se dijo. Tenía que concentrarse en sobrevivir. Mantente concentrada. Sé fuerte. Sigue en movimiento. Cuanto más al sur fuera, mayores serían las posibilidades de que Max la encontrara. Después de eso, podría pensar en Oso.


Cassie levantó la mochila en sus hombros lastimados y sujetó la correa de la cintura. Hoy tenía que escoger su ruta con cuidado. El hielo alrededor de ella estaba destrozado. Podía oír el quejido bajo de las mareas muy por debajo de ella. Escogiendo una piedra de hielo, Cassie la trepó. En la parte superior, escaneó el paisaje. El hielo no mejoraba en por lo menos diez kilómetros. Automáticamente frunció la cara para prevenir la congelación mientras comprobaba el cielo. Las nubes empezaban a estropear el azul brillante. Las nubes reflejaban el irregular hielo debajo: blanco brillante sobre grueso hielo y gris encima de las capas delgadas.


Comprobó el horizonte, y se le enfrió el corazón. El viento la golpeaba, pero ella no se movía. Entrecerrando los ojos, miró fijo una mancha oscura a lo lejos. ¿Eso era?. . . Sí, sí, lo era.


Los vientos traían una tormenta.


Oh, no. Por favor, no.

Tal vez se desviaría. Quizás se equivocaba.


No creía que se estuviera equivocando.


No tenía más remedio que seguir adelante. Delgada nieve compacta conectaba los caminos entre los pilares de hielo. De a ratos, tuvo que caminar con dificultad a través de esto y confiar en que oiría el crujir del hielo debajo lo suficientemente rápido como para saltar a la seguridad. Trató de seguir el hielo al descubierto, escuchando los reveladores crujidos mientras el hielo latía debajo de ella. Se subió encima de un montón de escombros de hielo y miró de nuevo hacia el sur. Las nubes parecían una masa retorcida de moretones. La tormenta se avecinaba.


Se preguntó, mientras miraba a través del destrozado hielo, si estaba mirando su propia muerte. Recordaba la voz de la Abue: Con la fuerza de un millar de tormentas de nieve, el Viento del Norte se abalanzó sobre la casa que contenía a su hija, su marido y su bebé recién nacido. Ella podría ser barrida por los vientos de su madre.

Si hubiera tenido algún aviso de todo esto. . . la negociación de Oso la había dejado sola en el compacto hielo del Ártico. Él debería haber sabido que alguna tormenta la encontraría en algún punto de su recorrido. Si él hubiera encontrado una forma de aludir a la verdad. . . Podría haber encontrado una forma indirecta de advertirle. ¿Lo había intentado y ella había fallado en descubrirlo? A medida que caminaba por el hielo, reprodujo sus recuerdos—y con cada momento que revivió, lo extrañaba más, hasta que se sintió como una herida dolorosa.

Dos horas más tarde, el viento aullaba a través de la cordillera a presión, pateando la nieve en el aire. Partículas de hielo le llovían a cántaros. A cada paso, se limpiaba las gafas. Cassie intentó calcular la distancia que había caminado. La capa de hielo alrededor de su cuello le dificultaba mover la cabeza. No lo suficiente, pensó.


La golpearon más partículas de hielo, y se tambaleó hacia atrás. Con los brazos sobre el rostro, empujó a través del viento, lejos de las torres de hielo inclinado. Era tentador esconderse en el refugio de uno de los mamuts, pero el hielo alrededor de ellos era más débil. Necesitaba el material grueso si no quería terminar debajo de las olas. El viento que llevaba la nieve picaba como municiones. La visibilidad era baja. Cassie se tropezó con los escombros.

Golpeó el hielo plano. Inclinándose hacia el viento, lo cruzó lenta y laboriosamente. Se arrodilló y sacudió la nieve de la superficie para poder ver el hielo de la base. Verde-azul-marrón, parecía hielo antiguo y grueso. Por favor, que sea hielo antiguo y grueso. "Está llegando, muchachos," le gritó a los osos polares. "Mejor cerrar las escotillas." Le tembló la voz. Veía sólo media docena de siluetas de osos en los remolinos de nieve. Por favor, déjame sobrevivir a esto, pensó.


Luchando contra el viento, Cassie estableció su saco de dormir. Rigido por el hielo, no quería desenrollarse. Lo maldijo y lo aplanó con todo su peso corporal. Con manos doloridas, lo ató con las correas de repuesto a su mochila y lo ancló por completo con un tornillo de hielo.


Momentáneamente, el viento cesó, y vio la tormenta. Sonaba y se veía como una nube de abejas zumbando. "Oh, Oso,” susurró, "¿Cómo pudiste hacerme esto?"


La masa en ebullición desapareció detrás de una pared de fragmentos de hielo blanco. Cassie se contoneó en su saco de dormir. Aseguró las cremalleras. Cada vez más cerca, la tormenta rugía como un 747. Cassie oró, y la tormenta golpeó.

FIN DEL CAPITULO.

Traducido por Rania y Clo.

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Mil perdones por la demora nenas.

Yo esperaba al osito, pero parece que le va a costar llegar hasta él guaaaaaa. ¿Y si cuando lo encuentra después de tanto caminar por la nieve, el osito está con Chapii??? Ahh que lío, jajajaja.

domingo, 3 de octubre de 2010

ICE CAPITULO 15




SEGUNDA PARTE DE LA HISTORIA

Al Este del Sol y el Oeste de la Luna

Capitulo 15

Latitud 91 ° 00 '00 "N
Longitud indeterminada
Altura de 15 pies

CASSIE despertó con frío. Temblando en las sábanas de seda, se masajeó el bulto en la parte del cráneo. Por varios segundos, se preguntó porqué había dormido sobre las sábanas, porqué tenía frío, y porqué le dolía la cabeza. Luego oyó el goteo.

Se inclinó y recogió la linterna del piso, a continuación alumbró el poste de la cama. El poste tenía el brillo de agua fresca. Las gotas bajaban en espiral. El dosel chorreaba como si estuviera llorando. No puede derretirse. No mientras yo esté aquí.

Oso se había ido.

La cama se estaba derritiendo.

"Oh, no", dijo.
Cassie saltó fuera de la cama y sus pies descalzos tocaron el suelo. El frío se disparó por sus piernas, y se aferró al poste. Era una estalactita mojada. Retrajo la mano de golpe. ¡Frío! Corrió a su mochila y arrojó su camisón. Flojo en el suelo, la seda se empapó en agua de deshielo. Cassie abultó franelas y lanas. Podría haber despertado con hipotermia. Podría haber despertado con una hipotermia y una conmoción cerebral. Podría no haber despertado en absoluto, pensó.

Oyó un chasquido repentino como un tiro de fusil— el chasquido de hielo resquebrajado. Sonaba como si viniera de una pared, pensó. Y entonces oyó el sonido como de mil ventanas rompiéndose.


¡Oh, Dios, no era sólo el cuarto lo que se estaba derritiendo. Era el castillo. El castillo se estaba derritiendo. Tenía que salir de aquí—fuera de la habitación, fuera del castillo, adentrarse en el Ártico.


Adentrarse en el Ártico, pero. . . no tenía opción, se dijo. Tenía que marcharse ahora. El corazón le latía más rápido, se puso su equipo completo: parka, mukluks, polainas. Había guardado la mochila preparada, para sus viajes con Oso, por lo que le tomó sólo unos preciosos segundos levantar la mochila en su espalda— pero con cada segundo, el sonido de los disparos de hielo se acrecentaban. Asegurando la mochila, se apresuró hacia la sala.


En la sala, era peor. Las grietas se agolpaban en las paredes de hielo. El agua de deshielo corría en ríos. ¡Corre, corre, corre! le gritó su mente. Cassie se deslizó por el pasillo, y el haz de la linterna recorrió las paredes y techo goteantes. Agarrando la baranda mojada, esquivó las escaleras en cascada. Los retumbos sacudían el suelo. Por favor, no dejes que colapse, pensó. Entre el techo y las agujas, miles de libras de hielo estaban por encima de ella. Recobrando el equilibrio en la parte inferior de la escalera, corrió a través de la sala de banquetes.


Las arañas tintineaban mientras toda la sala de banquetes se estremecía. Los fragmentos caían y se estrellaban en una pulgada de agua. Una escultura caribú se derrumbó. Trozos de hielo se esparcían por la sala de banquetes. Cassie se cubrió la cara. Una lámpara de araña cayó desde el techo. Cuando la lámpara se estrelló, los fragmentos volaron como una metralleta.


Cassie corrió a través del agua. ¡Más rápido, más rápido! La mochila le golpeó la espalda. Las pinturas se descascaraban de las paredes, y las estatuas caían de las alcobas. Esquivó los trozos de hielo que caían.


Los apuntalamientos se sacudían.
Los pilares se derrumbaban. Arriba, el techo abovedado se fracturaba. Penachos de hielo llenaban el aire con una neblina espesa. Corrió hacia la puerta de cristal entramado mientras el piso se levantaba. Se arrastró a través de las grietas.


La astillada entrada hacía llover dagas de hielo. Cubriéndose la cabeza, Cassie se zambulló a través. Los picos de hielo golpearon sus brazos y nuca. Gritando, salió corriendo hacia el otro lado. La mochila le golpeó el cóccix.

Afuera, el jardín ornamental se derretía. Los rostros corrían en charcos. Las extremidades caían. Socavadas por el agua fluyendo, las esculturas colapsaban. Cassie corrió hacia el muro exterior. La mitad de éste se había desmoronado.

Era como si un gigante estuviera desgarrando el castillo. Con agrietamientos ensordecedores como si un iceberg se estuviera separando, las agujas se separaban de las paredes y se estrellaban contra el suelo. Cassie cayó hacia adelante cuando el suelo se zarandeó. Mantente en movimiento, pensó. ¡Debes mantenerte en movimiento! Chapoteó en el agua de deshielo, y luego, gateó para ponerse de pie mientras, como Jericó (NT: una ciudad en ruinas), las paredes se derrumbaron.

Se arrastró sobre los restos azules del muro exterior. Detrás de ella, oyó un torrente, como una represa en libertad. ¡Corre! Una cascada gigantesca caía desde las barricadas. Ahogó el jardín ornamental.

La nieve se transformó en ciclón, y el hielo llovió a cántaros en su rostro y brazos. Cassie tropezó mientras el suelo temblaba. Una vez más, fue derribada. Los trozos de hielo cayeron sobre ella como una lluvia de meteoritos. De rodillas, se arrastró. Inhaló nieve, y las lágrimas brotaron de sus ojos mientras el hielo se lanzaba sobre ella.


Y de pronto, todo quedó quieto.


Acurrucada en el suelo, Cassie jadeó. Sus músculos estaban tan tensos como puños. Oyó agua corriendo. Hielo tintineante. Trató de abrir los ojos y no pudo. Las lágrimas habían congelado sus párpados cerrados.


Maldita sea, ¡tenía que ver! ¿Qué había sucedido? El castillo, su casa. . . ¿Estaba ella todavía demasiado cerca? No podía correr si no podía ver en qué dirección ir.


Se arrancó los guantes y se escupió los dedos. Se frotó la saliva caliente en los párpados. Se le rompieron las pestañas. Las manos se le pusieron rígidas por el frío. Se rascó hasta que pudo abrir los ojos. Parpadeó furiosamente y empujó de nuevo las manos congeladas dentro de los guantes y manoplas.


Estaba rodeada de blanco. La nieve estaba en el aire, y era imposible distinguir la tierra del cielo. El mundo carecía de color. Era como si hubiera caído en un tazón de leche.

Asegurando sus gafas, se puso de pie y miró la luminosa nieve. ¿Dónde estaba el castillo? ¿Se había derrumbado? ¿Y los jardines? Poco a poco, el aire diluyó la asfixiante nieve.


Y vinieron los osos polares.


Uno a uno, los blancos osos salieron como fantasmas de la nieve. Parecían ir a la deriva a través del borroso aire. A corta distancia—demasiado cerca—uno pasó rozándola. Se puso rígida, queriendo gritar, sin atreverse a gritar. Los osos estaban todos a su alrededor, emergiendo de la blancura. Estaba rodeada, envuelta.


A medida que la nieve se asentó, vio cientos viniendo de todas las direcciones. Pronto, pudo ver los jardines, ahora un páramo de picos de hielo. Olfateando la nieve, los osos polares vagaron por los escombros, pisoteando los restos. Cassie tragó saliva con un nudo en la garganta. Todas las bellas esculturas de Oso. . . Y entonces vio lo que quedaba de su hogar.


El castillo ya no estaba. Los contrafuertes eran rocas de hielo, las paredes eran icebergs. Comenzó a temblar. Podría haber sido aplastada. Si se hubiera despertado unos minutos más tarde. . . si hubiera corrido un poco más lento. . . Podría haber sido asesinada. Mientras estos muros están de pie, nada aquí te hará daño, le había dicho Oso una vez. Los muros ya no estaban de pie. Su hogar estaba destruído.


Y Oso se había ido.

Ella lo había perdido. Ella realmente había perdido a Oso.


Cassie sintió cuchillos de hielo retorciéndole las tripas. Su marido se había ido, su casa estaba destruida, se encontraba a 1300 millas al norte de la estación, y estaba rodeada por osos polares.


Llegaron m
ás osos. A su alrededor, el hielo estaba lleno de ellos. Cassie estaba apretada entre decenas—hasta el cuello de osos. El pelaje se presionaba contra ella, y el hedor de sus alientos a focas muertas le hacía doler la cabeza. En todas las direcciones, lo único que podía ver era la curva de sus espaldas como olas en un mar de color blanco crema. Se estaba ahogando en un mar de osos polares.


Rodeada por depredadores, sintió que le faltaba el aire. Los osos no se reunían de este modo. No era natural. Corre, le gritaron sus instintos. “mantén la calma,” se susurró a si misma.

A centímetros de ella, un oso polar volvió la cabeza hacia su cara. Escarbó su parka con el hocico. Ella olió su aliento mientras él olfateaba su mascarilla facial. “No me comas," dijo ella. Se le quebró la voz.


Ante el sonido de su voz, otros osos se volvieron para mirarla.


Le subieron escalofríos por la columna vertebral.

Cassie oyó un resoplido de oso. Más osos volvieron la cabeza, y luego más. Cientos de negros ojos en blanco, se detuvieron en ella. No te muevas. Simplemente no te muevas, pensó. Se le puso la piel de gallina, y sus pies comenzaron a moverse a pesar de ella. Todos los osos ahora la estaban observando. Oía el crujido de sus mukluks y la respiración de miles de osos. No corras, pensó, pero sus pies se retiraban más y más rápido. Los osos se apartaron como el Mar Rojo. Ella retrocedió a través de ellos, fuera de la prensa de osos y sobre el hielo abierto, y luego dio la vuelta y se echó a correr. Su mochila le golpeaba la espalda. El viento le golpeaba la cara. Inclinándose contra el viento, corrió a través de las olas congeladas.


En una manada antinatural, los osos polares la siguieron.

FIN DEL CAPITULO.

Traducido por Clo

sábado, 2 de octubre de 2010

ICE CAPITULO 14

Dedicado otra vez a Chapii, que ya casi merece un osito para ella sola ;)

Capitulo 14


Latitud 91 ° 00 '00 "N

Longitud indeterminada

Altura de 15 pies

CASSIE aferró el exquisitamente tallado baño de hielo. Maldita sea, otra vez no. Durante más de tres meses, había sufrido oleadas irregulares de náuseas. Cada vez que pensaba que estaba bien de nuevo, resurgía su fealdad. . . Uh-oh. Apretó los dientes mientras el estómago se le iba a la garganta, con sabor a maní podrido. El sudor le picó en la frente.

Oso caminó dentro del cuarto de baño. “Cassie, ¿estás bien? "

Ella escupió en el inodoro. Le ardía la garganta. "Ay".

Cassie apoyó la cabeza contra el borde del cuenco cristalino. Era suave y fresco. "Nunca comeré de nuevo", dijo. Evidentemente, había tenido demasiados banquetes mágicos. Ahora tenía una barriga que presionaba contra el elástico de la cintura de sus pantalones.


Oso le tocó el cabello húmedo con la nariz. "Respira profundo. Luchar sólo empeorará las cosas." Sentía el aliento caliente de él en su cuero cabelludo. Le dio picazón.

"Deja de cernirte." Como espantando una mosca, manoteó el aire frente a él.

"Va a pasar pronto."


"Mejor que sea así". Oh, demasiado movimiento, se le revolvió el interior, y cayó hacia el inodoro. Su estómago se apretaba como si se intentara expulsar un pulmón. Vacía, se dejó caer hacia atrás. "¿No puedes hacer magia conmigo? ¿Transformar las moléculas de mi enfermedad? "


"No quiero interferir", dijo el. "Tu cuerpo está reaccionando de forma natural."


"Reaccionando normal al botulismo"

.
Oso parpadeó sus vidriosos ojos negros hacia ella. "Estás bromeando. Debes saber la causa de su éstas—náuseas diarias, tu cambio de forma."


Cassie se aferró al borde de hielo del baño. Cuando él lo ponía de esa forma. . . Pero no, ella había tenido cuidado. Ella había sido inteligente. "No puede ser. No es posible”.

"¿Debido al desequilibrio químico?" Acostándose, él se enroscó alrededor de ella como un gato gigante y apoyó la cabeza en su regazo, como para tranquilizarla. “Lo sé. Lo arreglé. Todo está bien ahora."


"¿Lo arreglaste?" Cassie se sintió mareada. Ella estaba. . . no. Trató de recordar su último período y no pudo.

"Fue sencillo. Todo lo que tuve que hacer fue ajustar los niveles hormonales,” dijo él, con evidente orgullo en su voz. "No fue más difícil que mantener tu cuerpo caliente ó protegerte en el agua del Ártico.”


Cassie se echó hacia adelante y vomitó con todas sus fuerzas, como si pudiera expulsar el feto de su interior. La bilis le raspaba la garganta, y cayó hacia atrás otra vez, con el diafragma dolorido por empujar. Se clavó las uñas en el estómago curvado. Aspiró, pero no se aplanaba. Estaba tan firme como un músculo.


Él se había retirado de ella cuando había vomitado, y ahora estaba de pie a su lado, mostrando una sombra enorme sobre ella. "¿Estás. . . no estás feliz?"


"¿Cómo pudiste hacerme esto?" Él había alterado deliberadamente sus moléculas para embarazarla sin consultarle, sin decirle. "Ese ‘desequilibrio químico’ era deliberado. Estoy tomando la píldora."


"¿Deliberado? ¿Tú causaste. . .? Pero, ¿cómo…?" dijo él. Echó la cabeza hacia abajo, un oso polar agitado. "Estabas dispuesta. Te pregunté si estabas segura. Dijiste que lo estabas. Pensé que entendías." Ella sentía como si se estuviera asfixiando. Las palabras de él la asfixiaban. "Lo sabías desde el principio: que debo tener hijos. Esta fue la razón por la que busqué una esposa. Debe haber más munaqsri. Este niño—un futuro munaqsri—se necesita desesperadamente."


"Yo que pensaba que tú. . ." Ella sentía como si su interior temblaba tan duro que reventaría. "Pensé que me amabas. Por mí. No para. . ."


"Te amo", dijo él. "Tú eres mi tuvaaqan, mi esposa, la madre de mi—"


"Me utilizaste," dijo ella. "Ni siquiera me preguntaste. Simplemente me. . . ‘arreglaste’.” Ella había confiado en él. Había creído que eran un equipo.


Él caminó más cerca de ella. "Vamos a tener un bebé", dijo él. "Vamos a traer vida al mundo. ¿No ves lo maravilloso que es?"


"Simplemente. . . déjame sola." Cassie lo empujó en el pecho, hundiendo las manos en el pelaje, y él se retiró del cuarto de baño. Ella le cerró la puerta en la cara y le echó cerrojo. Con la espalda contra la puerta, se deslizó hasta el suelo. Sus náuseas amenazaban como un maremoto. Quería desgarrarse los órganos internos hacia afuera. Corazón incluido.


A través de la puerta, él dijo: "Te amo."


Ella tuvo arcadas sobre el suelo y a continuación se echó a llorar.

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Él tenía que revertir lo que había hecho. Era así de simple. Él podía manipular sus moléculas, podía solucionar esto. El hielo crujía bajo las mukluks (*) de Cassie mientras caminaba por el jardín ornamental. Si él podía arreglar un "desequilibrio químico" y mantenerla caliente en el Ártico, podía poner todo de nuevo como había sido.

Lo encontró entre los rosales. De cara al perenne sol, no se volvió mientras ella se acercaba por detrás. Ella se tragó el nudo en la garganta. Él podía hacerlo, sí. ¿Pero lo haría? No lo sabía. Se sentía como si se hubiera convertido en un desconocido, oculto detrás de los ojos negros y el pelaje color crema. Bajando la vista, estudió las rosas. Ámbar y violeta en el sol bajo, cada pétalo y hoja brillaba con el reflejo de Oso.


"Me disparaste", dijo él. "¿Recuerdas? Me disparaste con tu pistola tranquilizante, y aun así me casé contigo. ¿Te has preguntado alguna vez la razón? "


Ella no lo había hecho, hasta ahora.


"Porque me disparaste. Debido a que me perseguiste, antes de saber lo que era yo, antes de atreverme a manifestarme ante tí. Eras tan obstinada, tan independiente, tan fuerte. Sin pensarlo un segundo, arriesgaste tu vida al perseguirme, todo por tu trabajo, por tu padre, por su estación, y por los osos polares," dijo Oso. Ella lo observó, pero no había terminado. “¿Y después? Fuiste tan valiente como para casarte con una bestia para salvar a una mujer que nunca habías conocido. Tan grande de corazón que podía importante un 'fenómeno de la naturaleza.' Tan inteligente que podías ser mi pareja, mi compañera, mi tuvaaqan. Estas son las razones por las que te amo. No es a causa de tus ovarios o cromosomas, es porque sé, entre todo el mundo, que eres mi otra mitad."


Cassie levantó la mano hacia él. Quería enterrar los dedos en su piel y presionar el rostro en su cuello. Pero se detuvo a unos centímetros de tocarlo. Quería desesperadamente creerle. Ella también había pensado que él era su otra mitad. Ella había pensado que era su tuvaaqan. A lo mejor aún lo era. Podría ser todo un malentendido. "Si soy a quien amas, entonces saca a esta criatura de mí", dijo ella.


Él sacudió su pesada cabeza. “No sabes lo que estas pidiendo,” dijo él. "No es una 'criatura'".

¿Quién sabía qué clase de cosa estaba creciendo dentro de ella? No era humano, era mitad munaqsri. Gracias a los ‘caprichos’ de Oso, ella no sabía lo que quería decir eso. Se abrazó a la altura del pecho. “¿Cómo puedo creerte? Ni siquiera me permitirás verte.” Por primera vez en meses, ella se preguntaba qué le escondía la oscuridad.


"Es un niño, y el mundo lo necesita." Él se volvió hacia ella. "Una vez que entiendas lo importante que es este niño, estarás tan feliz como yo. Tienes que confiar en mí. Todo estará bien. Dale tiempo. Ya lo verás. "


Cassie intentó leer sus inescrutables ojos de oso, pero lo único que vió fue su propio reflejo, distorsionado a un reloj de arena. "¿Qué tan embarazada estoy?"


"Estás programada para el otoño, después del equinoccio."

Él lo había sabido al menos por tres meses. ¡Meses! Debe haberla ‘arreglado’ durante la temporada de nacimientos de osos, incluso quizás la primera vez que habían dormido juntos. Se sentía enferma y mareada de nuevo. Él le había mentido. La había utilizado.

“Serás madre", dijo él. "Vamos a tener nuestro propio milagro."


Ella no sabía cómo ser una madre. "Soy demasiado joven para tener un bebé", dijo ella.


"¿Y supongo que yo soy demasiado viejo?" Miró a través de los campos de hielo. Con una voz suave y triste, dijo, "Creía que esto te haría tan feliz como a mí. Tal vez me he engañado. Había tenido la esperanza. . . que una vez que fuera real, dentro de ti, serías feliz."


Ella había sido feliz. Había sido feliz con todo exactamente como estaba, ó como ella había pensado que estaba. "Te equivocaste."


"No te lastimé intencionalmente. Sabes que nunca haría eso. No soy un monstruo, Cassie. Tú me conoces."


El viento agitaba las hojas de hielo. Cassie se estremeció, y el sol siguió el círculo del horizonte.

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Tú me conoces. Agarrando las sábanas hasta la barbilla, Cassie lo escuchaba respirar. Sentía un dolor apretado dentro de su pecho. ¿Lo conocía? Ella había pensado que sí. Pero ahora. . . ¿la había utilizado en realidad, ó todo esto era un malentendido, como había dicho él? ¿Era él el hombre que ella pensaba que era? ¿Era un hombre en absoluto?

Fuerte, su corazón latía staccato mientras se arrodillaba en el colchón. Ella acunó la mano sobre linterna. Tenía derecho a saber quién era realmente él y lo que estaba dentro de ella, ¿verdad?

Ella encendió la luz. Su mano, cubriendo el haz, resplandecía en color rosa. Oso era ahora una forma en la penumbra. Ella veía su pecho subir y bajar. Tomando coraje, apuntó la linterna hacia el techo y quitó la mano. El haz golpeó el techo de hielo, y la luz se reflejó en mil direcciones. El Arco Iris se arremolinaba sobre la cama.


Y vio a Oso.


Al igual que un oso polar, su piel era negra y su pelo era de color blanco cremoso. La linterna tembló en su mano, y el haz bailó sobre los músculos de él. Era hermoso, tan perfecto y eterno como una estatua de Miguel Ángel. Al mirarlo, no podía respirar.


Parecía un ángel, ó un dios.


Quería tocarlo y sentir su piel familiar y saber que esta criatura divina era su Oso. Ahora que tenía su deseo, no sabía lo que significaba que él fuera tan hermoso. Verlo no respondía nada.


Quería inhalarlo y tragarlo entero. Quería envolverse a si misma a su alrededor. Quería sentir que era real, con cada centímetro de su piel. Inclinándose sobre él, le rozó los labios con los suyos. Oso abrió los ojos. "¡Cassie, no!"


Cassie dejó caer la linterna. Le golpeó el muslo y cayó al suelo. Sombras se desparramaron a través de Oso, de la cama, y el cuarto. "¡Ouch! Oso, no hagas eso!"

Desde el suelo, la linterna emitía sombras gigantes en las paredes de hielo. La sombra de Oso se extendió mientras se ponía de pie en toda su altura. Instintivamente, ella se estremeció. Parecía un dios enojado. “Te dije que nunca me miraras. ¡Deberías haber confiado en mí! "


Poniéndose de rodillas, ella se llevó las manos a las caderas. "¿Confiar en ti?"


Tan rápido como había llegado, la ira pareció drenarse de él. Se dejó caer sobre la cama y puso su rostro entre las manos. "Oh, Cassie.”


Desconcertada, abrió y cerró la boca. Él parecía realmente molesto. Pero, ¿qué era tan terrible acerca de mirarlo? Era hermoso. Era perfecto.


Cassie, mi Cassie." Él levantó la cabeza. Parecía que iba a llorar. ¿Qué estaba mal? Él le ahuecó la mejilla en la palma de su mano. La mirada en sus ojos. . . Wow, ella le estaba mirando los ojos. Sus ojos humanos. Su mano era cálida y suave en la mejilla.


"¿Oso?", dijo con incertidumbre. No le gustaba la mirada de sus ojos, esa mirada perdida.


Sintió una niebla tocar su piel. Se acarició el brazo de forma automática, pero estaba seco. Él liberó su rostro y le tomó la mano. Le recorrió los dedos con el pulgar, deteniéndose en el dedo anular. "Ahora tengo que dejarte,” dijo él.


¿Tenía que hacer qué?

Evidentemente, lo había oído mal. Ella miró su expresión, y sintió que se le comprimía el corazón. No le había oído mal. Comenzó a sacudir la cabeza. ¡No podía marcharse!


"Por favor, escucha, Cassie,” dijo antes de que ella pudiera hablar. "Fue la negociación para liberar a su madre. Nunca podrías ver mi rostro humano. O conocer la razón por la que no podías. Cassie, era la única manera de liberar a tu madre. Era la única manera de casarme contigo."


"Tú y tus estúpidas negociaciones." Ella intentó sonar fría y enfadada pero su voz la traicionó. "¿Esperabas que fuera telepática?" Estaba parpadeando furiosamente ahora. Oh, Dios, ¿qué había prometido él? ¿Qué había arriesgado él? ¿Qué había hecho ella?

Oso habló como citando algo, "Todos los lazos entre nosotros están rotos, y he de casarme con la princesa troll."


Ella sacudió los hombros. "No te vas a marchar,” dijo ella. Estaba llorando. Ella lo sabía y no podía detenerlo. Esto era absurdo. ¡Princesa Troll! "No voy a dejar que los trolls te lleven."


"Esa es mi Cassie." Enterró sus dedos en el pelo de ella. "Pero no puedes luchar contra esto. Tengo que mantener mi promesa. Es el precio de ser un munaqsri." Ella oyó un crujir como de viento en las hojas.


"No te vas a ir", dijo aún más feroz.


Él presionó los labios contra su frente. "Cuida a nuestro bebé."


"No voy a permitirte ir." El falso viento le voló el cabello. Silbó entre ellos y los envolvió en un círculo.


"No hay elección", dijo él. "Ya ha comenzado."

Maldita sea, ¡no! ¡Ella no lo iba a perder! "¡Entonces me voy contigo!"

"No puedes."


"¡Entonces te seguiré!"


Él sacudió la cabeza con tristeza. "Voy a ser llevado al castillo que se encuentra al este del sol y al oeste de la luna. No puedes seguirme allí. Es más allá de los confines de la tierra."


"Te encontraré." Las sábanas revoloteaban a su alrededor como olas rompientes.


Oso la agarró. "¡No! Es demasiado peligroso."


"No para mí", dijo ella. "Encuentro osos polares, ¿recuerdas? Es lo que hago." Ella lo había perseguido una vez, lo perseguiría de nuevo.

La ola de viento era un rugido, y Oso tuvo que gritar: "¡Morirás antes de llegar a él! ¡Prométeme que no lo intentarás!"


"¡Te encontraré!" No lo iba a perder. No ahora, no así.

Arremolinándose más rápido, el agua-viento barrió a Oso de la cama. Él colgaba en el aire como un ángel ascendiendo. "Si me amas, déjame ir. Por favor, Cassie, mantente a salvo, mantén a salvo al bebé."


Ella se puso de pie y le rodeó la cintura con los brazos. "¡No!"


Cassie, ¡prométemelo! ¡Piensa en el bebé!"

Ella no quería un bebé, ¡lo quería a él! ¡No podía perderlo! Él fue jalado hacia arriba y se deslizó de sus brazos. Ella aferró las rodillas mientras el viento se lo llevaba más alto. La cabeza llegó al dosel, y el hielo se derritió a su alrededor como merengue. Sus hombros pasaron a través, luego el pecho, la cintura, los muslos. La cabeza de Cassie golpeó el dosel—sólido. "¡No! ¡Vuelve!" Las rodillas de él se deslizaron por sus brazos. Ella le aferró los tobillos. "¡No!"


Él desapareció a través del dosel, y Cassie cayó. Ella rebotó en las sábanas de seda, y su cabeza golpeó hacia atrás contra el pilar de la cama.

Todo se volvió negro.

FIN DEL CAPITULO Y FIN DE LA PRIMERA PARTE

Traducido por Clo

(*) Mukluk: http://authenticcanadianmukluks.com/store/images/AGreyMuklukSuedeAnkleMukluks.jpg


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