sábado, 16 de octubre de 2010

ICE CAPITULO 18

Capitulo 18

Latitud 87 ° 58 '23 "N
Longitud 150 ° 05 '12 "W
Altitud de 8 pies


DEMASIADA ESPERARA.

Suficiente miedo.

Basta ya de la maldita niebla. Ella no iba a seguir engañándose aquí, obsesionada con Oso, hasta que la muerte o la locura la reclame. Si él había tenido la intención de traicionarla, o no, quedarse aquí no serviría de nada.

Era una exploradora del Ártico, maldita sea. Ella podía sobrevivir a esto. Tenía gafas para prevenir la ceguera de la nieve y su GPS para evitar que ella vaya en círculos, durante el tiempo que durara la batería.

Ella tenía su propia habilidad y la formación de papá para evitar caer a través del hielo. A pesar de los riesgos, tenía su mejor oportunidad de supervivencia. Tenía que llegar más allá al sur para conseguir alguna posibilidad de que Max (o cualquier otro piloto) la detectara y no tenía suficiente comida para esperar y levantarse sobre la blanca nieve.

“Me voy “, pensó. Sus articulaciones eran tan rígidas como la madera, Cassie se puso el equipo dentro de la bolsa de dormir y luego se arrastró lentamente hacia fuera.

Se sintió mareada al ponerse de pie. Sus rodillas temblaron y se sentó con fuerza. Ella estaba más débil de lo que había pensado. Las medias raciones y su obligada inactividad habían cobrado un peaje. Cassie esperó hasta que su visión se aclaró. La visibilidad era de cinco pies, máxima. Moviéndose lentamente, envolvió un extra de la ropa interior térmica a su alrededor, gafas para reducir el deslumbramiento y entonces ella trató de hacer rodar su saco de dormir. Había sudor en la bolsa y éste se había congelado. Ella luchó para doblar cada curva. Por último, luchó para aplastar en una parte y aseguró su mochila.

Ella se puso la mochila en la espalda. Las correas cortaban sus hombros. Con las manos entumecidas trató de abrochar la hebilla del cinturón. Esta estaba cubierta de hielo. Esto le tomó tres intentos.

Luego anduvo entre el aire ahogado con nieve.

En cuestión de minutos, le dolía el estómago y hasta su médula ósea se sentía fría. La sequedad del aire aspiraba la humedad de su boca y sintió como espinas congeladas en sus mejillas, bajo su máscara su rostro estaba congelado. Ella no debería estar caminando sobre la blanca nieve. Sólo los idiotas salían sobre la nieve blanda. Kinnaq (dialecto esquimal), su mente le susurraba, era algo loco. Pero si ella se detenía aquí, en los escombros de hielo, Max nunca la vería incluso si la blanca nieve estuviera despejada.

Necesitaba estar sobre el hielo plano para que él la rescatara. Tengo que tratar al menos de hacer lo posible para que me encuentre, pensó. Esto es inteligente, se dijo, no loco. Rendirse es de locos. Una vez Oso le había dicho que ella no se rendía.

Cassie siguió caminando, escuchando el crujido familiar del hielo al romperse. A su alrededor, la blanca nieve gradualmente-muy gradualmente se dispersaba. Se percató que los osos, todavía estaban por ahí, siguiéndola. Pensó, “déjalos”. Ella no tenía la fuerza para sentir temor. Arrastró los pies sobre el hielo con sus ojos puestos en el siguiente paso. Cuando por fin se acordó de mirar hacia arriba, pudo ver a cincuenta pies. Más allá, el mundo había sido tragado por la nieve.
La tormenta había destrozado el hielo en las costuras.
Habían, grietas parecidas a un río, entrecruzaban el hielo. Una densa niebla se levantaba de las aguas descubiertas. Nuevas crestas de presión había nacido y otras se habían derrumbado. Ella se quedó mirando el paisaje. No había imaginado que el daño podría ser tan grave. Ella tuvo la suerte de encontrar un sólido témpano. Otros pasos más y seria. . . Muy afortunada.

Le tomó varios minutos a Cassie para tener coraje de seguir adelante. Ella dio un paso más sobre el hielo más fracturado. En algunas pistas, el agua se había congelado, era un camino liso. Siguió adelante, mirando el color gris ratón del delgado hielo. Este era elástico bajo su peso. Se arrastró hacia adelante con el hielo fracturado detrás de ella. Las placas de hielo se inclinaban como un balancín debajo de ella. El hielo hizo débiles sonidos debajo de ella. Fue muy difícil concentrarse. Oso no estaba aquí para salvarla de congelarse o ahogarse, recordó, que tenía que salvarse a sí misma. "No te pierdas", susurró.

El frío la impregno. Su sangre se sentía lento en sus venas. Ella puso su pie en el suelo, y una placa de hielo se disparó. Cassie cayó hacia delante y se agarró de la cima. Sus pies se deslizaban hacia abajo y le colgaba sobre la negra agua.

A su alrededor, estaban los osos polares y estos la miraban.

Enroscando sus piernas, obligó a la placa a inclinarse. Cassie se lanzó hacia la siguiente capa de hielo. Sus piernas salpicaron el agua mientras la placa se inclinaba en la dirección opuesta. El hielo le rasgó los pantalones Gore-Tex mientras que ella, con una explosión de adrenalina que no sabía que tuviera, se arrastró a si misma fuera del agua.

Se obligó a ponerse de pie. El frío. . . quemaba. Cortaba. Oyó la voz de su padre en la cabeza gritando instrucciones. Despojándose de su mochila, se dejó caer en la nieve y rodó como si existiera un incendio. La nieve absorbió el agua en sus piernas. Se le arrugaron los pantalones al congelarse la capa externa.

Tenía que moverse. Se secará si te mueves, le dijo la voz de papá. Temblando incontrolablemente, Cassie levantó la mochila y se dirigió a través del hielo. El viento empujaba a través de ella. Deseaba encontrarse en el castillo. Deseaba que esto hubiera terminado. No, deseaba que nunca hubiera comenzado. Habría dado cualquier cosa, hecho cualquier cosa, para tener todo de nuevo en la forma en que había sido. Oso, ¿dónde estás? Lo extrañaba tanto que dolía, como un puño apretándole el estómago. ¿O era el frío? ¿O el hambre?

Lo echaba de menos con cada célula de su cuerpo. No importaba lo que sentía él por ella. Tanto si la amaba como si no, no cambiaba lo que ella sentía por él. Ella lo amaba independiente y más allá de si él la amaba. Deseaba haberse dado cuenta antes. Si lo hubiera hecho, nunca hubiera encendido la linterna. Ella estaría con Oso en este preciso momento.

Siguió caminando milla tras milla, hora tras hora. Se cubrió de nieve. Su mascarilla facial se moldeó a la forma de su cara, se le pegó a la piel, y su parka y pantalones se cubrieron con una pátina de hielo sólido. Un trozo de esto había serpenteado alrededor de la capucha. Riachuelos de agua helada corrían por su cuello. Tenía una costra de hielo entre el vellón y la lanosidad. La parka se sentía como una camisa de fuerza. La escarcha recubría sus gafas. El espeluznante frío se inyectaba en sus articulaciones. Caminar dolía. Infiernos, pensó, no tiene nada que ver con el fuego. Jeremy tenía razón: el infierno está congelado.

Podría haberse congelado, lo sabía. Podría estar lentamente muriendo de frío. Asesinada por el hielo que amaba. Siguió avanzando, ahora sobre todo por costumbre en lugar de por una elección consciente. Cassie se abrió paso a través del caos de hielo, emergida de la tormenta y la atracción de la luna sobre las mareas. El sol bajo alargaba los montículos y hacía los espacios entre ellos de color azul oscuro y frío. Ella se estremecía en la penumbra. No podía pensar en nada más que en el frío que tenía. Y en Oso. Siempre en Oso. Al ver un dorado trozo más caliente delante de ella, intentó apurarse hacia él.

Al instante, se le acalambró el estómago vacío. Agarrándolo, Cassie perdió el equilibrio. Se cayó de bruces. Intentó recomponerse, pero se sentía como si sus brazos se movieran en cámara lenta. Colapsó hacia adelante antes de que sus brazos estuvieran medios levantados.

Necesitaba ponerse de pie. Mantenerse en movimiento. No moverse significaba morir— ¿con cuánta frecuencia le había dicho eso papá?

Oyó el familiar crujido desde las profundidades del hielo. Sonaba como un fantasma, un murmullo cansado y triste. Se imaginó que le estaba hablando, pero no pudo entender las palabras. Con la mochila, como un pesado caparazón de tortuga sobre ella, se arrastró hacia adelante. Los codos le temblaron. Avanzó a través de las olas congeladas.

Suficiente, pensó. El hielo era lo suficientemente plano. Podría descansar aquí. Despatarrándose bien a lo largo sería más visible desde el aire, desde el avión de Max, que si estuviera de pie. Tenía sentido yacer aquí. Cerró los ojos. Rescátame, Max. Papá. Oso. Oso.

Una voz en su interior le susurró que él no iba a venir. Que nunca iba a volver a verlo. No tuvo fuerzas para llorar.

La nieve cayó sobre ella.

* * * * *
Cassie disfrutaba en el calor. Las almohadas se presionaban a su alrededor, y estaba tan oscuro como un útero. Abrazó los cojines. Aplastó la mejilla contra ellos, presionando la mascara facial en su cara. Medio descongelado, el paño grueso y suave empapaba su piel. Se rascó para arrancar la máscara y la piel. Se arrastró en las almohadas. Por fin se sentía cómoda, y ninguna estúpida máscara iba a—

Un calambre le apretó la pierna izquierda.

Eso medio la despertó. Su muslo estaba encajado entre las almohadas en un ángulo incómodo. Se movió de nuevo y olfateó: sudor agrio. No debía estar muerta aun, pensó vagamente. Pronto quizás. Dio vuelta la cara para que el borde de sus gafas no le clavara los pómulos, y se volvió a dormir.

Soñó con Oso. Soñó que él estaba a su lado en su forma de oso polar, con el pelaje cálido presionado contra ella y el caliente aliento en su mejilla. Cassie se despertó de nuevo. Con la visión nublada, parpadeó en la tibia oscuridad.

No estaba muerta. La realización la atravesó, y quiso llorar o gritar. ¡No estaba muerta! ¡Gracias, gracias!

Puso a prueba sus músculos. Todavía funcionaban. Cassie empujó las almohadas, y las manoplas se hundieron cuatro pulgadas, pero con manoplas, guantes y forros protectores, no pudo sentir la textura.

Las almohadas respiraron.

Cassie retrocedió, y el movimiento repentino le revolvió el estómago vacío. Sentía que el mundo la aplastaba como si estuviera atrapada de nuevo en su saco de dormir durante una tormenta. "¡Déjame salir!", gritó. Le dio un codazo a la tibia oscuridad y se retorció hacia arriba.

Se retorció fuera de la prensa de piel y emergió en un mar de osos polares: osos durmiendo tan lejos en la niebla blanca como llegaba a ver. La negrura nadaba a lo largo de sus ojos y luego se retiraba. Los osos estaban todavía allí cuando pasó el mareo. "Oh, mi", murmuró.

Ante el sonido de su voz, una docena de osos levantaron la cabeza. Tragó saliva. Sin expresión, otra docena de osos también se volvieron para mirarla. Como si fueran uno, la masa de osos—los osos, no las almohadas—se movieron, liberándola. Le temblaron las piernas, y el viento le picó.

Ellos la habían mantenido caliente mientras dormía. Los osos le habían salvado la vida. "Oh, mi", repitió mientras le cedían las rodillas. Los osos rodaron de espalda para que ella se apoyara mientras se deslizaba al suelo.

Cassie giró la cabeza— y miró directamente la nariz de un oso polar. Él le resopló. Ella se lo comió con los ojos. "Ustedes son osos", dijo. "Ni siquiera son osos mágicos.” No lo entendía. La niebla en su cerebro no se disolvía. Ella no podía pensar. ¿Por qué los osos la habían salvado?

Un oso la empujó con el hocico.

"¿Qué? No me comas." Balbuceó. Se inclinó hacia atrás y sintió otro oso detrás de ella. Éste la empujó en el medio de la espalda. "¿Qué quieres?" Otro empujón. ¿Querían que se pusiera de pie? Trató de hacer que funcionara su cerebro. ¿Estaba soñando? No se sentía como si estuviera soñando. Le dolía demasiado para estar todavía dormida. Haciendo una mueca, Cassie se tambaleó sobre sus pies.

¿Los había mandado Oso para salvarla?

Los osos se separaron, dejando al descubierto la mochila de Cassie.

"No puedo", dijo. Sus ojos se sentían calientes, a punto de llorar. Los osos la estaban ayudando demasiado tarde. No tenía la fuerza para seguir adelante. "Estoy cansada. Tengo hambre." Hizo una imitación de masticar. "Ya saben, ¿con hambre?" Hizo ruidos de sorber.

Amablemente, una osa rodó, dejando al descubierto cuatro redondos pezones. Cassie se lamió sus agrietados labios. Colgando la cabeza, la osa la miró. Medio cayéndose de rodillas, Cassie se arrodilló y se arrastró hasta el estómago de la osa. Levantó la mirada hacia la osa, y la osa cerró los ojos con placidez.

Cassie se quitó una manopla y la mascarilla. Inspirando profundamente, tocó el pezón. Se sentía tan firme como un pulgar. Ella lo apretó, y la leche fluyó en la parte superior: vida. Cuando la osa no la vapuleó, de hecho, no se movió—Cassie se inclinó y sostuvo su lengua como si fuera un gato en la leche. Apretó con fuerza, y la leche salió disparada hacia su lengua. Era grasosa, y tenía sabor a foca. Rica y espesa, le obstruyó la garganta.

Logró tomar tres tragos, luego tuvo que descansar, apoyando la cabeza contra la osa. Se quedó dormida y despertó a los pocos segundos para tragar más leche. Alternó, beber y dormir, hasta que se sintió humana de nuevo.

Voy a vivir, pensó mientras yacía contra la madre osa. Desde más allá de los confines de la tierra, Oso había encontrado una manera de salvarla. Y de alguna manera, pensó, voy a encontrar una manera de salvarlo.

FIN DEL CAPITULO.

Traducido x Rania y Clo

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Okis, esto es atípico,¿ beber leche de una osa?? ¿como tarzan alimentado por los monos?? Wow, un poco tierno y bastante asqueroso!!!!!! Puaj!!!
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