viernes, 24 de septiembre de 2010

ICE CAPITULO 11


Capitulo 11

Latitud 70 ° 49 '23 "N
Longitud 152 ° 29 '25 "W
Altitud 10 pies.

Cassie se lanzó al procesamiento de datos. Durante cinco días, trasladó varios miles de mediciones de latitudes y longitudes a triángulos minúsculos en un mapa topográfico, un triángulo por guarida. La noche del quinto día terminó tarde, y luego retrocedió un paso para examinar su trabajo.

Arrugó la nariz. Cualquiera podría haber hecho esto—un niño, un mono, Jeremy.

“Bien,” dijo papá detrás de ella. "¿Cuántos tenemos?"

Cassie contó. "Cuarenta y uno en el este de Ellesmere, la distancia máxima es de doce millas y media desde la costa, veintiocho dentro de las cinco millas."

Oso podría estar allí ahora, distribuyendo las almas. "En la Isla de Baffin, veintitrés cerca del Cabo de Adair."

Su padre tomó notas. "¿Cuenca Foxe?"

"Oso debe haber visitado varios de esos para este momento,” dijo.

Era el apogeo de la temporada de nacimientos. ¿Habían nacido muerto alguno de los ositos? Algunos deben haberlo hecho.

Si estaba en Karaskoye More, y sintió una llamada de Chukchi Sea, no podría haberlo logrado incluso con súper velocidad. Pensó en Oso, solo en su castillo, lamentando los ositos que había fallado en salvar.

El lápiz de papá se detuvo. “Cassie, no es necesario que pienses nunca más en él. Estás a salvo aquí.”

No de nuevo. Se forzó a sonreír y decir en voz plana, “él no es peligroso. Es dulce.” Y entretenido y divertido.

“Es una reacción psicológica común que las personas se identifiquen con sus secuestradores,” dijo él.

“Pero estás en casa ahora. No dejaremos que te lleve de nuevo.”

Papá era tan testarudo. "¿Sabes lo que hizo Oso una vez? Me desperté con dolor de garganta, y me trajo el desayuno a la cama.”

Más bien un banquete, en realidad. Panqueques, waffles, cereales. Nunca nadie le había llevado el desayuno a la cama.

“Y luego, el resto de la mañana, me contó historias para que no tuviera que hablar y no me aburra.”

Incluso había actuado algunas de ellas. Aun con el dolor de garganta, se había reído un montón.

“¿Suena eso tan terrible?” No se había reído así desde que había regresado a la estación.

“No necesitas contarme,” dijo él. “Lo que sea que ocurrió, estás a salvo ahora. Estás con personas que te aman.”

Oso me ama, pensó ella. “No es un monstruo,” dijo ella.

Gail asomó la cara dentro de la sala. “Es más de medianoche. Ustedes dos, adictos al trabajo, ¿van a ir a la cama?” Sonrió con todos los dientes.

“¿Quieres terminar por esta noche?” preguntó papá amablemente, como si estuviera hablándole a un niño.

Cassie suspiró. Un argumento más no iba a convencerlo. “Está bien.”

Depositó sus papeles en el escritorio, y corrió tras papá y Gail.

En la puerta de su dormitorio, papá se detuvo. “Buen trabajo hoy, Cassie.”

Ella no estaba segura de eso. Oso hacía más para ayudar a los osos polares en una excursión a través del hielo de lo que ella podría hacer en un año dibujando triángulos en mapas.

“Buenas noches,” dijo Gail. No intentó abrazar ó besar a Cassie. Después de algunas primeras noches incómodas, habían dejado que eso cayera como una admisión tácita en el abismo entre ellas.

Arreglándoselas para un saludo poco entusiasta, Cassie retrocedió dentro de su dormitorio y cerró la puerta detrás de ella. Escuchó alejarse las voces de sus padres, y luego la puerta de ellos también se cerró.

Cassie se dejó caer en la cama. La luz amarillo fluorescente se reflejaba en las fotografías que su yo más joven había pegado a las paredes de cemento.

Se tumbó boca abajo para ver las imágenes reducidas de ventisqueros y cumbres de montañas.

Se inclinó hacia delante y alisó la arrugada esquina de una fotografía. Había escrito: ‘Cordillera Lomonosov 89° N.’ Lo recordaba: la feroz mezcla de bloques de hielo, la extensión del cielo, el frío abrasador.

“Oh, Oso, ¿qué estás haciendo ahora?”

Lanzó un calcetín enrollado al interruptor de luz, y rebotó. El tercer calcetín lo consiguió. En la oscuridad, extrañaba más a Oso. Sabía que no debería. Ahora estaba en casa. Tenía su vida de vuelta, además de su madre.

Entonces, ¿por qué no era feliz?
Metiéndose debajo del edredón, Cassie pensó en su vida en el castillo, en cómo no se había cansado nunca de las tardes que habían pasado en el jardín, en las noches que habían pasado jugando ajedrez (aun cuando él había ganado tres de cuatro partidos porque ella no había tenido nunca un plan de respaldo), ó en las madrugadas cuando habían bebido chocolate caliente en la oscuridad y él había inventado historias sólo para ella.

Recordó cómo se había reído él la primera vez que ella se había deslizado por la baranda, y en cómo había llorado cuando el primer osito había nacido muerto. ¿Cuántos nacimientos muertos más había tenido que enfrentar solo? Si sólo pudiera encontrar una manera de estar con él y ayudar a los osos polares.

Cassie se sentó en la cama—estaba al borde de una idea. Podía sentirlo. Oso se perdía los nacimientos porque no sabía ni dónde ni cuándo serían. Pero ella tenía acceso a las fechas precisas de cientos de osas preñadas.

Cassie quitó el edredón y se apresuró a la sala de trabajo de Owen. Trepó sobre las cajas y pedazos de motores hasta la computadora nueva.

Después de jalar fuera la cubierta protectora, presionó el botón de encendido. Caminó de ida y vuelta mientras la máquina arrancaba.

Los nacimientos no eran al azar. Ella podía predecirlos—ó por lo menos las probabilidades. Cassie se colocó en la silla del escritorio e hizo clic en los archivos de las guaridas.

“Déjame hacerlo,” dijo una voz.

Cassie saltó. Owen estaba a medio metro de su codo. ¿Cómo demonios la había escuchado desde los dormitorios en la parte de atrás?

“¿Tienes un monitor de bebés en esta cosa?”

“No tienes exactamente pies ligeros.”

Ella abandonó la silla del escritorio.

“Adelante.” Él se sentó, y ella se inclinó sobre su hombro.

“Quiero una columna adicional de los lugares de las guaridas en la hoja de cálculo.” Él insertó la columna.

“Mmm. Está bien. Ahora introduce una fórmula para sumar dos meses a cada tiempo de guarida para sacar cuentas de la etapa final del período de gestación.” Él lo hizo.

“¿Puedes imprimir una página?” preguntó ella.

“Ahí va.”

La impresora zumbó, y Cassie se cernió sobre ella. “Lento.”

“Inyección a tinta. Déjalo ser.”

“Piensas que voy a romper todos los equipos, ¿no?”

Owen se encogió de hombros.

“No soy una torpe,” dijo ella.

“Excitable,” dijo él.

Ella arrancó la página antes de que terminara de salir, borroneando la tinta. Yendo de aquí para allá, la escaneó.

“Etiqueta esa columna como ‘Predicción de Nacimientos’ y ordena los datos por fecha y lugar. Primero la fecha, por favor.”

Él hizo los arreglos y lo imprimió. Después de tomar las páginas, Cassie se sentó en un taburete. Se mordió el labio inferior mientras leía. ¿Podría funcionar esto?

Owen se aclaró la garganta. “La subvención no dijo nada sobre la predicción de nacimientos,” dijo él.

“Depende de tu padre, pero dudo que podamos cambiar la premisa básica ahora.”

“Uh.huh.” Ella apenas lo escuchaba. Las fechas se superponían en lugares dispares, pero no era imposible.

Si él tuviera una ruta que lo llevara desde la Bahia de Hudson… determinar la ruta y actualizarla sería un proyecto ambicioso, ajustando las posibilidades sobre la marcha. Se necesitaría alguien entrenado y con habilidades…

Owen esperaba una respuesta. Cassie le sonrió. “¿Puedes imprimirme algunos archivos más?”

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Cassie enrolló el bolso de dormir y el morral de supervivencia en el compartimiento inferior de la mochila. Esta vez estaba empacando los artefactos para una expedición completa, preparándose para viajes en el hielo.

Agregó paquetes congelados de comida deshidratada, copos de avena, nueces, fruta seca. Si su plan funcionaba, estaría sobre los témpanos flotantes todos los días—justo como siempre lo había deseado.


Mientras empacaba, su papá revoloteaba junto a ella. Sonrojado, su cara se veía como lava ardiente. La apuntó con el dedo. “No vas a ir. Y punto final.”
Cassie examinó su estufa MSR y testeó la bomba de combustible. No iba a pelear con él.

“No permitiré que arruines tu vida.”

“Es mi decisión.” Mantuvo la voz tranquila. No sabía cuando vería de nuevo a su papá. No quería marcharse enojada.


Él la agarró del brazo. “Cassie, sólo quiero lo mejor para ti.”

Cassie tiró fuera de su agarre. Volviéndole la espalda, empacó rápidamente con habilidad experta—los objetos pesados envueltos en ropa.

“Sé que no estoy tomando las decisiones que harías tú, pero—”

Gail se retorcía las manos, haciendo brillar el esmalte rojo de uñas. “Cassandra, no tienes que ir. Has cumplido mi promesa. Él no tiene poder sobre ti.”

Ella sacudió la cabeza. No estaba regresando por las promesas ó por la historia de la Abue ó para salvar a su madre.

“Quiero regresar a él,” dijo.

Sin decir palabra, Owen le entregó una pila de datos impresos. Ella le agradeció y los empacó. Escaneando su escritorio, encontró un tornillo para el hielo. Lo agregó en un bolsillo lateral.

“Cassie.” Papá bajó la voz. “Él ni siquiera es humano. Tú misma me dijiste que no sabes cómo se ve cuando no es un oso. No sabes lo que es.”
Ella no iba a pelear con él.


Sin decir palabra, marchó a través del laboratorio hacia el baño. Azotó la puerta detrás de ella y guardó el cepillo de dientes, desodorante y shampoo en el bolso.

“Sé perfectamente bien lo que es él,” dijo a través de la puerta.

“Él es Oso, y es mi esposo.” Revisó los gabinetes hasta que encontró una cosa más: píldoras anticonceptivas, que habían sido dejadas por una interna que trabajaba en la estación antes que Jeremi. Empacó las píldoras y cerró la cremallera del bolso.


Abriendo la puerta de golpe, agregó en voz baja, “¿Y no es todo esto un poco hipócrita viniendo de un hombre que se casó con la hija del Viento del Norte?” A él se le cayó la mandíbula, y ella lo rozó al pasar. “Owen,” llamó ella, “¿Ya tienes el resto de esos mapas?”

“Espere un momento, señorita…” papá la siguió a zancadas.

Max emergió de su dormitorio. “¿Qué está pasando? ‘¿Cassie-Lassie?”

(NT: lassie, muchacha, es un juego de palabras) Él siguió a Cassie y a papá hasta donde Gail esperaba. “¿Qué está haciendo ella?” preguntó Max.
“Arruinando su futuro,” dijo papá.

“Siguiendo mi futuro,” lo corrigió Cassie. Owen le entregó otro montón de mapas, y luego, con una rápida mirada al padre de Cassie, se retiró de la sala.

“Aquí tienes un futuro,” dijo papá. “Aquí tienes familia y amigos.

Estás renunciando a todo para estar con este ‘esposo’. Estás renunciando a la universidad. Estás renunciando a tus metas.

¿Qué pasa con tus planes de ser una rastreadora profesional? Siempre dijiste que eso era lo que querías.”

Cassie se puso el sombrero y cerró la cremallera de su parka. El sudor calentaba sus axilas.

“No debería haber esperado que lo entendieras. Después de todo, tú dejaste a tu esposa en el castillo troll”

“Maldita sea, Cassie, ¡Eso lo hice por ti! Tú ya habías nacido. ¡Tenía que mantenerte a salvo! No podía vagar hasta los confines de la Tierra. ¡Tenía que ser un padre para ti!” Golpeó el escritorio con el puño para dar énfasis. Los papeles se desparramaron y Owen se sobresaltó.


“¿Piensas que fue una elección fácil?”

No había sido una elección; había sido cobardía. ¿Por qué otro motivo le había mentido a ella todos estos años, dejando que la Abue le diga finalmente la verdad? La vergüenza era un gran motivador.

Ella sabía que él deseaba haber rescatado a Gail. Había escuchado el arrepentimiento en la voz de él, esa primera noche cuando había oído a escondidas a sus padres. Se echó la mochila al hombro.


“Lo prohíbo.” Papá bloqueó la salida.

“No sabes lo que estás haciendo.”

Cassie se giró hacia su madre. “Habla tú con él.”

“Pero yo no…,” empezó Gail.

“La historia se repite,” dijo Cassie. “Tu padre tampoco quería que tú te fueras.”

Pasmada, Gail miró a su marido.

“No es lo mismo en absoluto,” protestó papá. Pero Cassie pudo ver que su madre lo entendía. Era lo mismo.

Cassie observó el rostro de su madre mientras su padre respiraba fuerte. Cada noche, su madre se despertaba gritando, aterrada de ser encarcelada de nuevo. ¿Dejaría que su hija fuera mantenida en un lugar en contra de su voluntad? Cassie no la conocía tanto como para estar segura, pero apostaba que no.

Gail tocó el brazo de él con las uñas rojas. “Lazlo, déjala ir.”


Horrorizado, se giró hacia ella. “¿Sabes lo que estás diciendo? ¿Quieres mandar a tu única hija, a nuestra bebé, de nuevo a merced de un oso?”

Gail levantó la barbilla y no retrocedió. Max, con ojos desorbitados, miró alternativamente a los tres como si estuviera mirando un complicado partido de ping-pon. Owen se escondió detrás de la puerta de su taller.

Papá fue el primero en quebrarse. Bajando los ojos dijo, “Cassie, por favor, no hagas esto. No es seguro. No es inteligente. Te estás apresurando de nuevo. Espera un tiempo y luego decide. No te marches tan pronto.”


Gail estiró la mano hacia Cassie y luego la dejó caer. “Cassandra…Cassie…recién estoy comenzando a conocerte.”

Cassie miró a su madre. ¿Qué podía decir? ¿Qué no importaba el tiempo que pasara aquí, no sería suficiente para recomponer los años perdidos? Cassie no podía decir eso. Mejor sólo marcharse.

“Quédate con nosotros,” dijo papá.

“Nosotros somos tu familia. Este es tu hogar. Por favor, piénsalo. Piensa a lo que estás renunciando.”

Los ojos de Max estaban demasiado brillantes, y Gail tenía lágrimas en los suyos.

Al mirarlos, Cassie comenzó a parpadear rápido. Sentía los ojos calientes.

“Díganle a la Abue que lamento no haber llegado a verla.”

Salió rápidamente—antes de poder cambiar de idea, ó cambiarla para ella. El silencio la golpeó al cerrar la puerta exterior.

Inhaló profundo, y el frío le pinchó la garganta. Sintiendo el camino a lo largo del perímetro de la estación, Cassie levantó la bandera de los Estados Unidos en la cegadora oscuridad blanca de la ventisca del Ártico.


FIN DEL CAPITULO.

Traducido x Clo



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mmm ya era hora que se decidiera por el osito lindo!!!!! papacito, yo no lo hubiera dejado ni por cinco minutos....

1 comentario:

  1. Hola,

    Os he descubierto a través de otro blog y me he enganchado a este libro.
    Estoy deseando leer el siguiente capítulo.

    Muchas gracias por traducirlos.

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